Preparemos
con devoción y vivamos con mucha alegría la gran solemnidad de la Asunción de
la Bienaventurada Virgen María del próximo día 15. El misterio de la
resurrección ya se ha realizado plenamente en Aquella que Dios creó Inmaculada.
Su Asunción es gloriosa promesa de lo que Dios quiere hacer también en todos
nosotros. Fiesta grande en la Iglesia y en muchísimos de nuestros pueblos, pues
a todos protege nuestra Madre del Cielo. Hagamos fiesta mayor, alegrémonos por
esta Madre tan grande y tan poderosa, y acudamos constantemente a Ella para que
nos ayude a superar las dificultades de esta pandemia sanitaria que nos golpea.
El Papa
Francisco en la dramática situación actual derivada de la pandemia del Covid-19,
con tantos sufrimientos y angustias que oprimen el mundo entero, quiere que
acudamos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, y que busquemos refugio bajo
tu protección. Pidió añadir una oración que entre otras peticiones pide:
«María, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran
familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un
espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de
pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia
en el servicio y la constancia en la oración”. Y añadía la oración más antigua
que conocemos dirigida a la Virgen María: “Bajo tu amparo («Sub tuum
praesidium») nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh
siempre Virgen, gloriosa y bendita!”. Esta oración fue
encontrada escrita en un papiro copto fechado hacia el año 250 y escrito en
griego. ¡Cuántas generaciones de cristianos le habrán dirigido estas súplicas!
Hagámoslo también nosotros.
Santa
María Asunta al cielo nos anima a «buscar los bienes de allá arriba, donde está Cristo… aspirad a
los bienes de arriba, no a los de la tierra» (Col 3,1-2).
Cuando estamos viviendo las consecuencias de esta pandemia tan terrible, con
tantos difuntos y tantos enfermos en todo el mundo, dirijamonos a Santa María,
«la llena de la gracia del Señor», porque Ella ya está Asunta con su Hijo. Ella
comunica luz, salud y gracia a los enfermos de cuerpo y de espíritu. La Madre
del Cielo nos sana y nos rehace, porque es Consuelo de los afligidos y Salud
de los enfermos. Ella coopera para que la Vida Nueva de la
Resurrección llegue a los enfermos, a los pobres, y sobre todo a los pecadores,
y nos podamos levantar y ¡volver a la vida! Una Vida Nueva que se convierte en
amor y confianza, sacrificio y humildad, servicio abnegado y oración en toda
circunstancia.
Tengamos
fe y pidamos crecer en la fe confiada. El Papa Francisco se pregunta: «¿Cómo es
la fe de María? La fe de María desata el nudo del pecado. ‘Lo que ató la virgen
Eva, por su falta de fe, lo desató la Virgen por su fe’ (S. Ireneo). Por la
misericordia de Dios, nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se
deshacen con su gracia. Y María es la madre que con paciencia y ternura nos
lleva a Dios, para que desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de
Padre.” Dejemos que la Asunta ablande nuestro corazón endurecido, y que sea
nuestra protectora en medio de los miedos. Mantengámonos agradecidos por su sí
generoso, aprendiendo de sus compromisos de vida y perseverando con Ella en la
oración para que «venga a nosotros el Reino del Padre» (cf. Mt 6,10).
+Joan-Enric Vives,
Arzobispo de Urgell
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