viernes, 28 de enero de 2022

La pandemia invita a poner más ahínco en lo espiritual

 


Sin perder de vista la labor de los científicos en buscar la vacuna que hace posible vencer al virus en sus diversas mutaciones, no se ha de olvidar la importancia en la vida personal y social de lo que es la parte esencial de la experiencia espiritual. Siempre ha ocurrido en la vida social que han surgido momentos de incertidumbre y que se han hecho presentes ante las varias y multiformes enfermedades. El ser humano además de ser frágil es, como se dice ahora, vulnerable. Y ante estas situaciones adversas no puede quedarse parado y menos angustiado. No hay soluciones mágicas, pero sí existe una razón fundamental es la de que tenemos además de un cuerpo, al que debemos cuidar ante todo y sobre todo, un alma/espiritual que necesita sus cuidados. El sosiego y fortaleza que da la experiencia de oración ayuda mucho para no caer en la depresión o en la angustia o en la desesperación o en el sentir que la “vida no tiene sentido”. Los santos nos enseñan con mucha fuerza cómo han superado los momentos difíciles.

Los seguidores del mejor Maestro que es Jesucristo se fían no de sus fuerzas sino del único consolador: “No os preocupéis por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones en acción de gracias” (Flp 4, 6). Y los ruegos que hacemos a Dios generalmente, lo solemos hacer, cuando aparecen en nuestras vidas las pruebas. Porque si una cosa es segura, es que las pruebas y los problemas nos llegan a todos. Pongamos la mirada y nombremos situaciones dolorosas en la vida: problemas de salud, la muerte de un ser querido, problemas en el trabajo, soledad, relaciones personales dolorosas, circunstancias adversas… y muchas más. Sólo queda el amor que uno ponga en cada una de las circunstancias. “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rm 8, 28) y esto no es una fantasía sino la realidad más concreta y cierta, puesto que lo contrario se convierte en una angustia existencial que propicia el ser como peregrinos que caminan hacia la meta de la absurda nada.

Un especialista en las mociones síquicas me refería que hay un gran déficit en los momentos de dificultad y es que se puede perder el sentido de la trascendencia (el sentido de que lo visible y actual no es lo definitivo); es decir cada vez más se palpa una sed y urgencia de encontrar un sentido auténtico de la vida. Se percibe un hastío de todo lo superfluo y de lo que denigra a la persona. En cambio, hay una búsqueda de sentido en valores que dan respiro al alma. Esto me hace recordar la vida y experiencia de Víctor Frankl, una de las grandes figuras del siglo XX (1905-1997) que revaloriza la dimensión espiritual y la aplica a la existencia humana. Vivió durante dos años y medio las atrocidades de cuatro campos de concentración nazi y fue precisamente en esos lugares donde pudo reflexionar y analizar, desde lo sicológico, los horrores y las degeneraciones de la humanidad. En esas terribles circunstancias maduró y estructuró su sistema psicoterapéutico- antropológico como ayuda ante las dificultades y que el ser humano para vivir tiene, sobre todo, la necesidad del sentido sobrenatural.

Se deduce que, en los momentos de prueba, se requiere mayor sentido de la vida que tiene como sustento y raíz la experiencia espiritual. No es auténtica una espiritualidad emotiva o sentimental con rasgos de sosiego pacificador o relajante que se evade de la realidad o huye de la misma. La espiritualidad verdadera se hace cargo de las situaciones y aprende a saber sobrellevarlo con la mirada puesta en el mejor Maestro que nos lo ha enseñado con su vida y ejemplo. “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30). Desde el punto de vista sicológico cuánto ayuda este modo de afianzarse en la vida en Cristo.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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