Pues ahora los Reyes se llaman Gracias y sus cofres tienen otros contenidos. Uno trae Aliento -como Dios-, Trigo -como Hombre- y Sabiduría -como Rey-. Son los regalos que necesitamos para seguir adelante hasta el final.
El cofre del Aliento
es más grande que ninguno porque trae un montón de almas que nos consuelan, es el
amor de Dios; el del Trigo es el mejor porque podemos alimentarnos, es el
Cuerpo de Jesús; y el de la Sabiduría es el más necesitado porque es el
Don de Rey, del único que no es de éste mundo.
Tantas cosas nos
ocurren a lo largo del año que nuestros “establos” se quedan enclenques y hay
que volverlos a restaurar; no es el pino decorado ni el roscón que nos comemos,
son las ofrendas de Dios el cemento que
los fortalece.
Y a mí me encantan
los cofres que recibo; los de aquel día, hace dos milenios, fueron para la
Vida, los de ahora son para conseguirLa.
Gracias Dios por
Ser tan Mirra como yo y entenderme ¡Madre mía qué suerte!
Este año voy a
regalar tres cosas: Láminas de oro, cenizas de madera -de Galilea- y un palito
de incienso. Se van a quedar a cuadros pero no me importa, se irán a sus casas pensando...
Tiempos tan
especiales que ni me entiendo, pero no pasa nada es día de Gracias -Reyes de entonces-
y
con
Dios brindemos por estos presentes para el espíritu y la carne, establo abatido
de nuestro yo.
Emma Diez Lobo
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