Hay momentos en la vida que solo se pueden comprender como si de un milagro se tratara y lo digo porque, hace pocas fechas, una religiosa de la Congregación Franciscanas de María Inmaculada -la Hna. Gloria Cecilia Narváez, de 59 años- ha sido liberada en Mali (África) después de padecer toda clase de torturas, vejaciones y humillaciones diversas durante casi cinco años. Relato algo que ella misma manifestó en una rueda de prensa en Bogotá (Colombia). La dura prueba que para ella significó ese secuestro, empezó en el mes de febrero del año 2017, cuando ella se encontraba viendo noticias junto a sus hermanas de la congregación y violentamente cuatro hombres armados con fusiles, del Frente de Liberación de Macina (un grupo yihadista) y las amenazaron con llevárselas. Cecilia, al ver que no tenía opción y que sus hermanas más jóvenes estaban en peligro, con una valentía impresionante, se puso en frente del hombre armado y le rogó que si quería algo se lo hiciera a ella. El secuestrador accedió a la petición de la hermana Cecilia, dejó a las otras hermanas, y los terroristas la montaron en una moto y se la llevaron.
Quiero exponer este testimonio para darnos cuenta
que la experiencia cristiana tiene unas expresiones que bien merece que la
sociedad actual tome en cuenta. Estas hermanas franciscanas de María Inmaculada
se dedican a cuidar a mujeres embarazadas, enseñarles a escribir, enseñar a
niños y niñas la belleza de saber que Dios nos ama. Fueron estas acciones de
amor al prójimo, las que terminaron llamando la atención del grupo terrorista y
actuaron contra las hermanas como si de un mal social se tratara. Los
secuestradores de la hermana Cecilia la tuvieron amarrada con cadenas,
recorrían en moto por el desierto, con un inhóspito sol, varios días para
torturarla y amedrentarla. Y ella sentía lo que muchas veces había recordado la
Fundadora Madre Caridad Brader: “Si alguien es fósforo, tú no seas candela”. Es
decir, que si alguien pone, con su odio y su violencia la mecha-fósforo, no te
pongas en su lugar para hacer lo mismo. No eches leña al fuego. Aquí resuena y
muy actualizada la bienaventuranza: “Bienaventurados cuando os injurien, os
persigan y, mintiendo, digan todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y
regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo…” (Mt 5, 11-12).
La hermana Cecilia cuenta que hubo días que comía
una sola vez y que la salida del sol resplandeciente en el horizonte era lo que
llenaba su alma de esperanza. Su fe, la confianza en Dios y una capacidad
enorme de adaptación y fortaleza, hicieron que soportara cada día su
cautiverio, amenazas e insultos en donde le advertían que la iban a matar.
Muchas ocasiones, en medio del cautiverio, pensó que esa era una prueba que
Dios le había mandado para probar su fe, para volverla más paciente, más
entregada a su labor y afrontando estas circunstancias con el silencio ante
cada uno de los improperios que recibía. Sólo se refugiaba en Dios y le pedía
para ser fuerte en esos momentos tan crueles. Escribía cartas a Dios con
pedazos de carbón en los que incluso dibujaba el mapa de Colombia, su tierra
querida, para pedir desde la distancia por la paz de su país.
A pesar de todo por lo que le hicieron pasar, la
hermana Cecilia también rezaba por la conversión de sus secuestradores y así
decía: “Nunca guardé rencor en mi corazón, no guardo rencor y rezo por ellos.
Lo único que anhelaba era que me liberaran”. Como todo lo vivido en cautiverio,
su liberación, para ella, también fue una verdadera sorpresa. Sin previo aviso,
un día, la montaron en un coche y tras un largo trayecto, en el que ella estaba
invadida por el miedo, en donde recorrió el desierto del Sahara y no tenía idea
en donde estaba, le dijeron: “Llegamos a este lugar, aquí está su libertad”.
Hoy la hermana Cecilia espera poder seguir sirviendo a los más pobres y afirma
que no tiene miedo de volver a irse a alguna misión fuera del país si así lo
ven sus superiores. Sirva este testimonio para comprobar la inmensa labor
escondida y poco aireada por los medios de comunicación. Hay tantísimas experiencias
positivas que superan a las negativas que son ínfimas, pero hacen mucho ruido.
Y es que la “luz luce, pero no se luce”.
+
Francisco Pérez González
Arzobispo
de Pamplona y Obispo de Tudela
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