Año 65 d. C. Pablo está prisionero por Jesús, feliz de poder dar su vida por Él, igual que los demás Apóstoles. Presiente que va a dejar ya este mundo e inspirado por Dios siente el deseo de legar su testimonio como Discípulo de Jesús a Timoteo, su compañero entrañable en la misión evangelizadora. Juntos han compartido penalidades de todo tipo y sobre todo su amor a Jesús, su Señor. Leemos la esencia de su legado: "Yo estoy a punto de ser derramado en libación - su martirio- el momento de mi partida es inminente; he combatido el buen combate, he mantenido la fe" (2 Tm 4,6-7). Lo que Pablo no sospecha es que Dios, que no da puntada sin hilo, al inspirarle este testimonio de fe a Timoteo, su mirada abarcaba toda la Cristiandad, generación tras generación.
"…
Bienaventurados los que mueren en el Señor" (AP 14,13).
P. Antonio Pavía
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