Cuando estoy triste me viene a la memoria la imagen de María y me digo ¿Te vas a poner tan triste porque los problemas te agobian, te falta un brazo o porque se ha ido tu madre de la tierra?
María vio morir lentamente a su Hijo. Herido de muerte por
el flagrum romano, una corona de espinas clavada en su cabeza, golpeado en el
rostro hasta romperle la nariz, difamado, escupido e insultado, una pesada cruz
a cuestas y por último, crucificado con tres clavos de hierro ¡Brutal!
… Y era INOCENTE, milagroso, extrema bondad, sin
pecado y lo más importante, es su Hijo y el de Dios. Mil espadas se clavaron en
su corazón impotente... Despacio, reconsidero mi angustia.
Mi Padre, mi Hermano, mi
Dios, mi Madre... Recuerdo aquel día y se me saltan las lágrimas; me pregunto
por qué tuvo que ser así, pero ¿Cómo salvar al hombre que es capaz de eso y
mucho más?
¡Pobre María! Cuánto le hizo
sufrir el Amor de su Hijo por toda criatura para que después la criatura
desagradecida, se cierre las puertas del cielo por propia voluntad.
Esta inmensa pena la sintió
entonces y la siente ahora; no sé cómo compensar tal agravio, pero lo peor es
que yo también estaba allí viéndoLe pasar y estúpida de mí, pecando hasta
hoy... ¡Madre mía!, gracias por las “70 veces 7”.
Redimamos
y recemos por favor, no hay otro modo de sacar una sonrisa a María.
Emma
Díez Lobo
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