Vimos a María y a Juan cargando, en comunión con
Jesús, con la Mentira y el Mal del mundo. María y Juan estaban malheridos por
tanto sufrimiento, pero no vencidos. Nos centramos en ella, en quien se cumple
la profecía de este salmista que presenta a un israelita que atacado y
humillado por los burlones y envidiosos de turno súplica así a Dios: "Di a
mi alma”: ¡Yo soy tu Victoria! (Sl 35,3b).
María está al pie de Jesús crucificado, traspasada por
el dolor, pero no vencida. Nos la imaginamos clamando en su interior a Dios: ¡Di
a mi alma! ¡Yo soy tu victoria!
He ahí la Gloria de la Iglesia, la nuestra como
discípulos de Jesús. Pablo tenía conciencia muy clara de esta victoria. Sabe
que los discípulos de Jesús somos el blanco del mal del mundo y que lo cargamos
no como bestias ni en cuanto infelices, sino victoriosos. Pablo tantas veces
golpeado, humillado, despreciado...etc. por causa de Jesús y su Evangelio nos
legó este incomparable testimonio de su victoria; que lo es también de todo
discípulo de Jesús:
"Atribulados en todo más no aplastados, perseguidos,
pero no abandonados, desvalidos, pero no aniquilados... somos entregados a la
muerte a causa de Jesús para que la vida de Jesús se manifieste en vosotros...
(2 Co 4,8-12).
Si, los
discípulos de Jesús vencemos gracias a Él y mostramos a todos que también pueden,
gracias a Jesús, ser vencedores del mal que a todos acosa.
P. Antonio Pavía
Comunidadmariamadreapostoles.com
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