Vimos que Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). Pronto manifestó que llevaba en todo su ser las entrañas de Pastor del Padre. Entrañas por las que no considera a nadie por perdido; que si una oveja alejándose de Él, vagabundo desorientado entre riscos y abismos, se pone en camino hasta que la encuentra. Entonces con el corazón, también el alma, rebosantes de alegría la aprieta contra sí y la carga sobre sus hombros. ¡Bastantes heridas se ha hecho en su “escapada “como para llevarla de vuelta arrastrándola de malas maneras, provocando que sus heridas se hagan mayores e incluso que se infecten!
P. Antonio Pavía
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