Terminamos estas Catequesis sobre los besos que Dios
da al alma de quién ama y guarda su Palabra con una referencia sobre las
primeras Comunidades Cristianas.
El centro de su Espiritualidad era Jesús. Él era su
Roca frente a tantas persecuciones; le llamaban: "La Palabra del
Padre". Era tal el Fuego que ardía en sus entrañas al "guardar su
Palabra" como Él les había dicho (Jn 14,23) que uno de sus primeros
Obispos, San Ignacio de Antioquía, íntimo amigo de San Juan, nos ofrece este
bellísimo testimonio en una carta escrita poco antes de su martirio: "Si
sufro el martirio, me convertiré en Palabra de Dios".
Podemos ver también este otro testimonio, antiquísimo,
de San Cirilo de Alejandría: "Desde la Encarnación de la Luz del
Unigénito, somos transformados en la misma Palabra, que da Vida a todas las
cosas".
Digamos pues que alcanzamos nuestra Plenitud como
Discípulos de Jesús, gracias a la Palabra guardada y al insondable Misterio de
la Eucaristía. De la Palabra y la Eucaristía, surgen los besos de Dios a nuestras
almas.
P Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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