lunes, 1 de julio de 2024

Partiendo la Palabra Besos de Dios al alma. (V)

 



Hemos abordado el problema de la ineficacia    de la oración, debida a la lejanía y a veces desinterés, con respecto a la Palabra que escuchamos o leemos. A veces es un rezar Salmos de corrido, sin recibir de Dios, la inmensa riqueza de sus Palabras. 

  Veamos un Salmo en el que Dios hace ver a Israel cual es la causa de sus tibiezas y consiguientes infidelidades. No es porque "no rece"; la causa es que, tanto en la sinagoga como en el Templo, los asistentes rezan con los labios, pero sus corazones están lejos de Dios; y Él, que ama tanto a su pueblo, también a nosotros, consternado le dice: ¡Escucha, pueblo mío! ¡Ah, sí quisieras escucharme ...! Pero Israel no escuchó mi voz, no quiso obedecerme, por eso les abandoné a la dureza de su corazón. (Sl 80,9-14).

 Ya dije que Dios no excluye a nadie; desea conceder a todos poder gozar de la intimidad de su Presencia. No hace acepción de personas a la hora de besar nuestras almas, pero evidentemente, no va a forzar la puerta de tu alma para besarla.

  Dios besa las almas de quienes tienen las puertas de su alma y esto, está en consonancia con tener abiertos los oídos interiores al escuchar y rezar con la Palabra (Is 50,4).

 

P. Antonio Pavía 

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