Hemos abordado el problema de la ineficacia
de la oración, debida a la lejanía y a veces desinterés, con respecto a
la Palabra que escuchamos o leemos. A veces es un rezar Salmos de corrido, sin
recibir de Dios, la inmensa riqueza de sus Palabras.
Veamos un Salmo
en el que Dios hace ver a Israel cual es la causa de sus tibiezas y
consiguientes infidelidades. No es porque "no rece"; la causa es que,
tanto en la sinagoga como en el Templo, los asistentes rezan con los labios,
pero sus corazones están lejos de Dios; y Él, que ama tanto a su pueblo, también
a nosotros, consternado le dice: ¡Escucha, pueblo mío! ¡Ah, sí quisieras
escucharme ...! Pero Israel no escuchó mi voz, no quiso obedecerme, por eso les
abandoné a la dureza de su corazón. (Sl 80,9-14).
Ya dije que Dios no excluye a nadie; desea conceder a
todos poder gozar de la intimidad de su Presencia. No hace acepción de personas
a la hora de besar nuestras almas, pero evidentemente, no va a forzar la puerta
de tu alma para besarla.
Dios besa las
almas de quienes tienen las puertas de su alma y esto, está en consonancia con
tener abiertos los oídos interiores al escuchar y rezar con la Palabra (Is 50,4).
P. Antonio Pavía
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