Iniciamos estas Catequesis, sobre los besos de Dios al alma, con las
primeras palabras que la esposa -alma del Cantar de los Cantares- decía sobre
Dios: ¡Que me bese con los besos de su boca! (Ct 1,2). Hacia el final del
libro, la esposa-alma que sabe muy bien lo que es ser amada por Dios, nos
confiesa que el amor de Él hacia ella, son dardos de Fuego, llamaradas divinas (Ct 8,6).
Esto es mucho más que un lenguaje alegórico o místico. De hecho, lo
experimentaron los dos discípulos de Emaús, conforme iban guardando en su
corazón, las palabras que les decía Jesús.
Oímos su testimonio: ¿No ardía
nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras? (Lc 24,32) Así es: cuando Jesús "nos parte su
Palabra" su Fuego avanza hacia nuestro corazón. Este don de
Jesús, eleva intensamente la calidad de nuestra oración; Jesús comparte su
Fuego con nosotros.
Nos viene muy bien a este respecto el testimonio de Santa Teresa de
Lisieux, Carmelita descalza, que voló al Padre con apenas 24 años. Decía a Jesús:
¡Atráeme hacia ti...Tú Evangelio me basta...!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles com
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