Hemos visto que Jesús vino al mundo a cumplir la voluntad del Padre: "que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,4 ).
En este sentido, fijémonos en el
Calvario, en Jesús crucificado. Primero se dejó despojar de su dignidad, al
aceptar su condena a muerte, no como un héroe sino como un malhechor, una
basura a los ojos de todos. Vemos al Cordero Santo, Inocente, en los estertores
de su agonía, entregando su espíritu al Padre diciéndole:
¡Todo está cumplido! (Jn 19,30). Fue
su grito de victoria y que resonó glorioso en el Cielo e hizo temblar a los
demonios, pues había comenzado la cuenta atrás de su dominio sobre el hombre.
El príncipe de la Mentira fue vencido por Jesús, Camino, Verdad y Vida (Jn
14,6).
P. Antonio Pavía
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