Vimos que Juan nos anunciaba que Jesús inclinando su cabeza, entregó su
espíritu al Padre. En la espiritualidad bíblica, la cabeza representa la
dignidad de la persona; los reyes la realzan con sus coronas. La cabeza
de Jesús en la Cruz, parecía un guiñol ensangrentado, tan desagradable a la
vista, que, como profetizó Isaías, era mejor desviar la mirada, para no
vomitar.
Escuchamos a Isaías: " Despreciable, desecho de los hombres...ante
quien se vuelve el rostro" (Is 53,3). Esto fue lo que vieron "los
espectadores" del Calvario; pero Dios, que no abandonó a su Hijo, ni
a nadie que sigue sus pasos, abrió los ojos de los burlones, para que
vieran cumplida en Él, desfigurado, la profecía del salmista: "Solo en
Dios descansa mi alma, porque de Él me viene la salvación (la Resurrección) ...
Solo Él es mi roca...(Sl 62,2-3 ).
Podemos poner en Jesús Crucificado
este soliloquio con su Padre: "Sólo en ti Padre mío, me he podido apoyar.
Tú has sido para mí, mi Buen Pastor, mi Roca; en ti, me apoyo, me recuesto... (Sl
23, 1...) Y Entonces, inclinando su cabeza, entrego su espíritu al Padre... y
el Padre con un Amor tan indecible como desconocido, le recostó en su seno. Una
última apreciación: " Este Amor del Padre, indecible y desconocido, es
nuestra herencia, como Discípulos de su Hijo".
P. Antonio Pavía
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