Respecto a que solo en Dios descansa nuestra alma, ya vimos el anuncio
profético de Isaías, la Encarnación de Jesús, como Emmanuel: Dios con nosotros.
Jesús la Palabra del Padre, que vuelve a Él con su misión cumplida, a nuestro favor. Jesús, fue
enviado por el Padre, no para juzgar al mundo sino para redimirlo (Jn 3,17).
Una redención, rescate, realizada no
por medio de oro o plata sino, como dice Pedro, con la Sangre del Cordero sin
mancha: Jesucristo (1 Pe. 1,18-19). Jesús al asumir su misión en el mundo, pone
su vida en manos del Padre. Bien sabe que el Príncipe de este mundo, envenenará
corazones y conciencias para que sea condenado a muerte; muerte afrentosa de
maldito, de malhechor, de pecador infame.
Aceptó tan infinitas afrentas, porque era nuestra vida la que estaba en
juego; que, para salvarla, tenía que ofrecer la suya. Fue un ofrecimiento
voluntario, por amor. Realzó nuestra vida a costa de que la suya fuese
aplastada como un perro.
Jesús nos ofrece su maravillosa adhesión al Padre para salvarnos, con estas
palabras que deberíamos enmarcar con letras de oro en nuestras entrañas: "Llega
el Príncipe de este mundo; no tiene ningún poder sobre mí, pero ha de saber el
mundo que amo al Padre y que hago lo que me dice" (Jn 14,30-31).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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