¡Basta ya! mundo,
basta ya… Dios estaba allí, como una nube arropando sus lamentos. Basta ya de
preguntarle ¿Por qué a mí? ¿Dónde estabas Tú?
¿No sabéis que su Hijo también murió y no
por accidente? Era su Hijo… 33 años, tan sólo 33 y nosotros le crucificamos con
lentitud. Él no preguntó ¿Porqué Yo Padre? ¿Dónde estás?... No, con un sufrimiento inhumano de horas, aceptó
su destino por amor a ti y a mí, por las almas del tren…
¡Si eres Hijo de Dios, que baje Él y te
salve!!! ¿Bajó Dios? No, y Dios estaba con Él llorando su dolor, su
gran tristeza y amor incomprendido; Dios sólo esperaba allí para recogerle, no le desclavó, no hizo un numerito de
magia para satisfacción de los asesinos, del diablo... No, con su “Muerte”
vinieron después sus magias: Elección de un camino en libertad -derecho
inalienable del hombre-; el milagro de la fe. El hombre sin fe, mata; el hombre
yerra; el hombre crea trenes de “alta velocidad”… Es el hombre el provocador
del dolor y la alegría.
No
Le eches la culpa a Dios. Él no castra los “haceres humanos”; Él no va a
cambiar las balizas de seguridad de un tren ni ampliar los muros de cemento
pegados a sus vías; Él no va a interrumpir los adelantos -erróneos o no- del
hombre. No evitó la bomba atómica, tampoco los tsunamis..., porque no era su
labor cortar libertades, siquiera sobre la naturaleza de la tierra.
Cuando estuvo aquí nos dijo: “Estad
preparados porque no sabéis ni el día ni la hora”, ¡Nos avisó a
todos!!! Nos avisó, precisamente por nuestra condición de libres.
Ese es nuestro Dios, le debemos el coraje
en el combate con “el adversario…”. Dios no creó bonitos y santos robots
humanos, sino seres semejantes a Él. Es el hombre quien confecciona “maquinas
inteligentes” para bien o para mal. Dejad pues de preguntarle ¿Dónde estabas?
Pues allí con vosotros, recogiendo las almas “del error, del capricho
humano…”.
Cuando todo va bien, Dios “no existe”;
cuando las cosas van mal, casualmente Dios aparece en nuestro lenguaje… Unos para reafirmar su no
existencia ante el mundo y otros para decir ¡He perdido la fe ya no creo en
Dios!
¿Pues sabéis? No habéis meditado el porqué
de su venida a la tierra, no habéis escuchado sus Palabras. Y es que a veces te
arrastran “manos y deseos humanos”. Esa no meditación, te hace no comprender y
que gane el “adversario”, nadie más que él, para negar a Dios.
Señor, que la fe se refuerce con estos
hechos… Este accidente catastrófico, como otros sucedidos y que los que
acontecerán, son el gran anticipo de tu AVISO: “Ni el día ni la hora”...
Recoge pues las almas de las vidas que el
hombre mata; no cortes nuestra libertad y ten misericordia del mundo. ¡No
sabemos lo que hacemos, Dios! Ya lo dijiste un día, por eso, no te separes de
mí ni un minuto pues quiero estar preparada por si mañana me “voy” yo.
Gracias por avisarme. Y te pido Señor que
las lágrimas derramadas, por los que “se marcharon”, se conviertan en un océano
de amor hacia Ti; que tu hombro y tus brazos sean el refugio de los que
quedaron heridos en el cuerpo y en el corazón.
Emma Díez Lobo
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