Ahí viajabais todos portando vuestras
almas en paquetes de humanidad… Sí, el Santo os esperaba con brazos abiertos;
meditabais su imagen, su ciudad, su Santo día…
¡Ay! Apóstol de Jesús. Tú, uno de los 12
que conviviste con mi Dios en Jerusalén; tú hijo del Zebedeo y hermano de Juan
evangelista ¿Recuerdas tu sufrimiento? ¿Recuerdas tu viaje por aquellas tierras
galaicas, pueblitos casi sin nombre?
Hoy también sufres, querido discípulo,
hoy también ellos viajan al “pueblito sin nombre” con tu nombre… Dime Apóstol, cuándo llegaste a las vías del
tren, donde tus amigos “durmieron” para saludarte ¿Te los llevaste a la fiesta
del cielo? Tu fiesta es infinitamente mejor… Pero ¿Sabes? Las familias lloran
sus ausencias…
Dime algo para yo decirles, háblame al
oído para yo consolarles, pregúntale a Dios para yo contarles…
¡Ah! Te escucho, tus jardines son de un
verde espectacular, la alegría inundará sus corazones, sus familias, sin
tiempo, les esperan… El amor es bestial.
Ya sabes Santiago, amigo mío, sólo por
hoy deja tu catedral y llévales contigo. Están un poco perdidos en esa nueva
existencia, no les dejes de tu mano. Muchos llevan las mochilas llenas, otros…
Si alguno la tuviera un poco vacía, dile a Dios que le perdone, que se olvidó
de llenarla, que creía que tendría tiempo para hacerlo. Ruégale a María -sé su
intercesor- y dile que estaba despistado… ¡Que iba a verte!!!
“Amigos” del tren, no os preocupéis… Dios
murió por vosotros, sois privilegiados de estar cara a cara con quien tanto os
amó. Decidle que aún quedo yo, que no se olvide de mí y que bendiga esas vías
de hierro hacia Santiago. Pues os “habéis dormido” en el camino a la ciudad del
Santo y desde esas tierras, cruzar a la eternidad… ¿Qué mejor amigo de Dios
para conduciros?
Hermanos en el alma y desconocidos en el
cuerpo, no os preocupéis. En el cielo no hay tiempo, ya estáis con vuestros
padres y hermanos de sangre, con
vuestros amigos… Con todos los que dedicaron sus vidas a salvar vuestras
almas, sin pediros nada… Tened la seguridad de que Dios, Padre vuestro y mío,
os dará todo aquello de lo que aquí carecisteis, pues sólo os pidió amor de
verdad…
Él os tiene muy en cuenta por vuestro
viaje para estar junto a su gran amigo Santiago, no lo dudéis. Orad por
nosotros que aún tenemos que llegar, aunque “ya estemos todos juntos”.
Cuando miréis al firmamento, a la
historia del mundo, a las galaxias, al principio del universo… Pensad en
vuestras familias y decidles, como podáis, que no tengan miedo, que hay un
mundo maravilloso fuera de la tierra…
Invadid sus corazones con vuestros mejores recuerdos y de todos nosotros…
¡Ahí van nuestras oraciones al cielo!!!
Emma
Díez Lobo
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