el
siervo de Yahvé
Las
tres lecturas de esta fiesta están íntimamente relacionadas en torno al
Evangelio. Éste contiene dos declaraciones que constituyen sus dos centros. La
primera es de Jesús y manifiestan sus primeras palabras en el relato
evangélico; en ellas explica por qué se somete al bautismo, un rito de
pecadores, siendo él inocente: porque lo suyo es hacer la voluntad del Padre
consignada en las Sagradas Escrituras. La segunda es de Dios Padre y en ellas
presenta a Jesús como su Hijo-Siervo, el amado, su predilecto, a quien acaba de
ungir como mesías enviando sobre él su Espíritu. Las palabras están dichas en
tercera parte, lo que implica que están dirigidas a los presentes, en este caso
a nosotros, la comunidad cristiana reunida en la celebración eucarística. La
segunda lectura explica, en labios de Pedro, lo que significó la escena que
tuvo lugar inmediatamente después del bautismo: fue ungido con el poder del
Espíritu para realizar su misión. Finalmente la primera lectura recuerda el
primer poema del Siervo de Yavé, al que aluden las palabras de Jesús y del
Padre.
Jesús
ha vivido 30 año retirado en Nazaret, llevando una vida plenamente solidaria
con sus paisanos. Ha oído hablar de la predicación de Juan y del bautismo que
administra. Comprende que ha llegado la hora de vivir la solidaridad de otra
forma, con su ministerio público. Sabe que la voluntad del Padre, consignada en
los cantos del Siervo de Yahvé, es que lo realice encarnando esa figura,
llevando a cabo su ministerio en la debilidad y solidaridad con los hombres. Y decide hacerlo comenzando con un gesto de solidaridad con
los pecadores. Él no es pecador, pero es el cordero de Dios que echa sobre
sí el pecado del mundo...Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba
y nuestros dolores los que soportaba!... El ha sido herido por nuestras
rebeldías... Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino,
y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros... Como un cordero al
degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda...(Is
53,4-7: cuarto poema del Siervo de Yahvé).
En este contexto el Padre lo unge y capacita (mesías significa ungido),
enviándo sobre él de forma especial su Espíritu para que realice en esta línea
su ministerio. Y así nos lo presenta este domingo a la comunidad cristiana,
para que admiremos y agradezcamos su obra y la continuemos. Este acto de
solidaridad fue el comienzo de una vida solidaria que terminó en su muerte y
resurrección, y con ello el mandato misionero: Haced discípulos...bautizándolos... (Mt 28,19). Hoy recordamos el
bautismo cristiano, en el que nos incorporamos a la nueva solidaridad de hijos
de Dios, fruto de su vida solidaria.
Dios todopoderoso quiere que los hombres le
acepten como hijos, pero esto implica amor, y el amor exige libertad. No se
puede amar por real decreto. Es la única cosa exclusiva que poseemos los
hombres, nuestro amor. Dios quiere que se lo demos libremente y él nos lo
potenciará y divinizará. Pero esto exige que Dios nos invite a ello, actuando
entre nosotros de forma humilde, a nuestra altura, sin limitar nuestra libertad
con el temor ante su magnificencia poderosa. Por eso Jesús actuó en la línea
del siervo, humilde, solidario, misericordioso, compartiendo nuestras
debilidades existenciales, menos el pecado, sometido al dolor, al rechazo y a
la muerte.
Éste
debe ser también el camino de actuación de la Iglesia, continuadora de la
misión de Jesús. Siempre que lo ha abandonado, ha tenido que pagar este pecado
con el rechazo de los hombres. Y y éste es el camino de actuación apostólica de
todos los cristianos.
En la
Eucaristía Jesús sigue actuando en la
línea del Siervo. Ofrece su palabra, su cuerpo y su sangre como poder en la
debilidad, respetando la libertad humana. Si se acepta, transforma al hombre,
si se le rechaza, históricamente no pasa nada. Damos gracias por esta actuación
y por haber recibido sus frutos en el bautismo y pedimos continuarla.
Don
Antonio Rodríguez Carmona
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