Se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
“Si quieres, puedes limpiarme”. Compadecido, extendió la mano y lo tocó
diciendo: “Quiero, queda limpio” (Mc 1, 40).
Creo que este versículo
de san Marcos nos da las claves de nuestra actitud como demandantes de perdón.
Primeramente
tenemos que tener conciencia de estar sucios y después sentir el deseo de limpiarnos;
si no lo deseamos, es imposible limpiarnos. Normalmente en la vida no vienen a
nosotros a resolvernos nuestros problemas, sino que nosotros tenemos que buscar
los medios de hacerlo. Aquel leproso era consciente de la grave enfermedad que
tenía y sentía necesidad de sanar, en consecuencia pone los medios para
conseguir el fin: Se acerca a Jesús.
Una vez encontrada
la persona que nos puede solucionar el asunto, es importante la actitud que
debemos tener ante ella. No se nos ocurre descarada y desvergonzadamente exigir
que nos resuelva el problema. Lo lógico y normal es que con respeto expongamos
nuestra súplica e incluso que la acompañemos con un ritual de gestos, mirada y
tono de voz acordes. El leproso no demanda, sino que suplica. Además
escenifica, valga la expresión, la petición con el gesto de sumisión máximo que
el ser humano puede tener para mostrar la humillación: de rodillas.
Después estudiamos
y elegimos muy bien las palabras con las que vamos a exponer nuestra petición a
esa persona en la que tenemos fe ciega. No divagamos, sino que concentramos
todo nuestro saber en las palabras precisas y claves. El leproso descarga toda
la responsabilidad en Jesús cuando le dice si
quieres, puedes. Utiliza la fuerza de los verbos querer y poder. Causa la
sensación de que con esas tres palabras está obligando, como acorralando a Jesús
a limpiarlo.
Llegado a esa
tesitura y, puesto que él lo que desea es perdonar, extiende la mano y lo toca.
Él también gesticula. Esa extensión de la mano y el toque físico nos adelanta
el perdón, es la expresión de su voluntad incluso antes de pronunciar las
palabras decisivas.
Claro, el culmen
llega cuando dice quiero, queda limpio.
Utiliza las mismas palabras claves del demandante de perdón para reafirmarlo,
darle fuerza, decirle que sí que ha hecho muy bien con acercarse a él.
Aprendamos la
lección y cuando veamos que alguien se nos acerca en demanda de perdón,
extendamos nuestra mano.
Pedro José Martínez
Caparrós
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