La salvación es
para todos
Las lecturas de esta liturgia explican
el sentido de la celebración, toda ella centrada en la universalidad de la
salvación. La primera anuncia que la
salvación aparecerá en Jerusalén como una luz creciente que poco a poco
iluminará al mundo y que atraerá hacia ella todos los hombres, incluso los más
lejanos, para rendir homenaje al Salvador y recibir sus beneficios. El salmo
responsorial abunda en la misma idea. La segunda afirma que esta promesa ya se ha cumplido en
Cristo y por ello la salvación, primero reservada al pueblo judío, ya se ofrece
también con los mismos derechos a los gentiles. El evangelio presenta la
interpretación alegorizada que hace Mateo de una antigua tradición que decía
que, cuando nació Jesús, se presentaron unos personajes de Persia que venían a
rendirle homenaje como mesías, pues sus estrellas –que tanta importancia tiene
en su cultura-le han indicado que ya ha nacido el Mesías esperado por el pueblo
judío. Mateo ha visto en ello el cumplimiento de las promesas que se han
recordado en la primera lectura y en el salmo responsorial y por ello cuanta
esta tradición con motivos y palabras tomados de estos textos.
La salvación se recibe mediante la fe y ésta es para todos.
En esta fiesta, en que tradicionalmente se intercambian regalos, se nos invita
a valorar el mayor regalo recibido,
junto con la vida, el don de la fe. Es un don de Dios, que se ha servido de la
Iglesia normalmente por medio de nuestros padres, catequistas y educadores.
Es importante valorar la fe. Lo que se aprecia se ama, se cuida, es motivo de
orgullo y se muestra a los demás. Para
ello es necesario conocer mejor
nuestra fe. Por ello esta fiesta invita primero a agradecer el regalo, a Dios por medio de Jesús de quien proviene, a
la Madre Iglesia, que a pesar de sus deficiencias nos la ha transmitido y
finalmente a las personas concretas, padres y educadores, que también a veces
con deficiencias, han sabido transmitir la fe con su vida y palabras; después
comprometerse a conocer mejor la fe, para vivirla con gozo y saber dar razón de
ella, finalmente vivirla en nuestra
vida concreta.
Hoy es fiesta misionera en cuanto que
se nos recuerda la obligación de darla a conocer como testigos, es decir, personas que la viven. Es una tarea urgente en
un tiempo en que la Iglesia habla de nueva
evangelización, primero para nosotros que debemos descubrir el carácter de alegre noticia que tiene nuestra,
después para los que están fuera de la Iglesia, a los que con amor, respeto y
humildad hemos de proponer los valores de nuestra fe. La Iglesia desea que cada
uno de los creyentes cristianos sea un atrio
de los gentiles donde los no creyentes puedan acercarse con gusto a la fe
cristiana.
En la celebración de la Eucaristía
debemos agradecer el don de la fe, pedir la gracia de conocerla y valorarla
cada vez más para mejor vivirla y darla a conocer.
D. Antonio Rodríguez Carmona
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