Testigos de Cristo resucitado
La glorificación de Jesús
es un aspecto inseparable de su resurrección. Puesto que el vocabulario básico
empleado por los primeros testigos de la resurrección era ambiguo –resucitar,
revivir-, pues “resucitar” podía referirse a volver a la misma vida terrena que
tenía antes o a una vida superior, divina, desde el primer momento emplearon
también para romper esta ambigüedad un vocabulario de exaltación divina: fue
glorificado, está sentado a la derecha de Dios. Afirman así que Jesús de
Nazaret, el crucificado, ha sido glorificado y con su glorificación ha
conseguido la salvación para toda la humanidad (segunda lectura). Por otra
parte, los primeros testigos recuerdan que hubo un período de apariciones,
durante el cual el Glorificado confirmó a un grupo como testigos cualificados
de su resurrección, y que este período terminó con una aparición final en la
que Jesús los envió al mundo como testigos (Evangelio). Lucas explicita esta
última aparición (primera lectura), que celebra hoy la Iglesia y a él debemos
acudir para ver con qué sentido y finalidad lo hace.
Jesús ha sido glorificado y
con ello todos los hombres tienen la posibilidad del perdón de sus pecados, de
ser hijos de Dios, de tomar posesión de la “morada” que nos ha conseguido, de
compartir su resurrección, y de recibir
el Espíritu que les ayude para ello. Pero es necesario que cada uno se entere y
lo acepte, ratificando el camino de Jesús por la fe, el bautismo y una vida de
amor y servicio. Este conocimiento y aceptación debe tener lugar a lo largo de
la historia. El problema de fondo no es si habrá o no habrá cosecha, pues ya se
ha conseguido con la glorificación de Jesús, sino el de la respuesta humana y
el reparto de la cosecha que Dios quiere que llegue a todos.
Para hacer efectivo este
plan, Jesús ha creado un grupo de testigos cualificados. Lo hizo durante
“cuarenta días” (en la mentalidad judía antigua la duración de un curso completo)
con apariciones especiales. La Iglesia es consciente de que su fe se apoya en
la gracia del Espíritu y en el testimonio apostólico de los testigos
cualificados creados y enviados por
Jesús.
En la aparición final
(primera lectura) Jesús envía a estos testigos que deben dar testimonio con la
ayuda del Espíritu; un ángel explica que ésta será su tarea hasta la venida de
Jesús en su parusía. Con esto se nos enseña que el intervalo entre la ascensión
y la parusía es el tiempo de la Iglesia y que éste básicamente es tiempo de
testimonio de la resurrección de Jesús, que se manifestará de nuevo en su
parusía a toda la humanidad para hacer plenamente efectiva toda su obra
salvadora. Por su parte, Mateo (Evangelio) explicita el mandato misionero: su
origen es la plenitud de poder salvador ya conseguida por Jesús (se me ha dado todo poder…), su finalidad
es crear un discipulado especial. Si discípulo es aprender y asumir el tipo de
vida de un maestro, aquí se trata de compartir la vida trinitaria y vivir de
acuerdo con ella para lo que cuentan con las enseñanzas de Jesús (bautizar es sumergir;
en este caso sumergiéndose en la vida
trinitaria: el Espíritu une a Jesús y Jesús lleva al Padre). Para esta tarea el
Glorificado estará dinámicamente presente en su Iglesia.
Celebrar la Ascensión de
Jesús es renovar la vocación al testimonio, tarea básica de todo cristiano.
Testimonio es tarea de testigos, es decir, de personas que han “visto y oído”.
Es un don y una tarea que hemos de cultivar. Se trata de un testimonio que hay
quedar con optimismo, conscientes de
que la cosecha es segura y de que contamos con la ayuda del Espíritu. En la
Iglesia habrá fracasos y derrotas parciales, pero la última palabra la tiene
Cristo. Igualmente hay que dar testimonio con fidelidad a los testigos apostólicos creados por Jesús, que junto
con el Espíritu, son los garantes del camino que debemos recorrer. Viviendo en
comunión estos, “vemos, oímos y tocamos” como ellos (1 Jn 1,1-4). Finalmente
hay que ser conscientes de que nuestra tarea tiene que ser responsable, pues de ella hay que responder a Jesús en su la
parusía.
La Eucaristía se celebra en
el tiempo del testimonio, recordando la muerte, resurrección y
ascensión de Jesús, mientras esperamos su venida gloriosa. En ella el Glorificado
nos invita a verle y oírle para ser
sus testigos veraces.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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