Perdonad que insista sobre la trascendencia que tiene
para vuestros hijos que reciban una educación integral que no excluya la
religión en la escuela, ni la fe en la parroquia ni en vuestros hogares. Con
sencillez y humildad tenemos que desmontar los tópicos que algunos nos intentan
"vender". Menos mal que todavía hay personas, aunque no crean o practiquen,
que demuestran sensatez y altura de miras al llamar las cosas por su
nombre. Ofrezco dos testimonios como botón de muestra:
1) El del Profesor Tierno Galván, agnóstico
reconocido, que siendo alcalde de Madrid, cuando intentaron quitar el crucifijo
de su despacho contestó con gran sensatez: «La contemplación de un hombre justo
que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde está».
2) El de D. Jean Jaurés, socialista francés, que
le escribió esta carta tan elocuente a su hijo para no eximirle de cursar
religión en el colegio: «Querido hijo:
Me pides un justificante que te exima de cursar
religión. Este justificante no te lo enviaré jamás. No es porque desee que seas
clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en
que profeses las creencias que te exponga el profesor.
Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás
completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu
educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño, después de haberme oído tan
hermosas declaraciones sobre este tema con el único deseo de arrastrar a
algunos, he de confesarte que están en pugna con el más elemental buen sentido.
¿Cómo iba a ser completa tu formación sin un conocimiento suficiente de las
cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quieres,
por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos temas sin
exponerte a decir algún disparate?
Dejemos a un lado la política o la ideología y analicemos
los conocimientos indispensables que cualquier hombre culto debería tener. Si
estudias mitología para comprender la historia y la civilización griega y
romana, ¿qué comprenderías de la historia europea o del
mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión que cambió la
faz del mundo y produjo una nueva civilización?
En el arte ¿qué significarán para ti las obras
maestras de la Edad Media y de los Tiempos Modernos, si no conoces el motivo
que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?
En las letras ¿podrías dejar de conocer no sólo
a Bossuet, Fenelón, Lacordaire,
De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon
exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine,
Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al
cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía
o de moral ¿podrías ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la
filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? Éste es el
pensamiento del mismo Juan Jacobo Rousseau
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas
encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era
piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la
ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías
teológicas.
¿Querrás condenarte a saltar páginas en todas tus
lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo clara y abiertamente: la
religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia
humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual
y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que
han estudiado y que poseen en nuestro días tantas inteligencias preclaras.
Y ya que te hablo de educación, hijo mío, para ser un
joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia. Te
voy a decir algo más. Nada hay que reprochar a los que las practican fielmente,
y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las tuvieron en cuenta. Si
no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder
guardarles respeto, la consideración y la tolerancia que le son debidas. Nadie
será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo, convéncete, muchos tienen interés en que
los demás desconozcan la religión, apelando a la libertad de conciencia pero
saben que se trata de vana palabrería que desmienten los hechos y el sentido
común. Muchos anticatólicos han recibido educación religiosa. Su conducta
prueba que han conservado toda su libertad. Además, no es preciso ser un genio
para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que
tienen la facultad de serlo. La cosa es muy clara: la libertad exige la
facultad de poder obrar en sentido contrario.
Tal vez te sorprenda esta carta, hijo mío, pero
conviene que un padre siempre diga la verdad a su hijo. Ningún compromiso
podría excusarme de esta obligación. Tu
padre. Jean Jaures».
Sobran más palabras. En esta decisión nos jugamos
todos mucho.
Con mi afecto y
bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo Barbastro-Monzón
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