¿Qué hace el obispo en una gala como ésta? me preguntó, a bocajarro,
el reportero del Alto Aragón durante la III Gala a los valores deportivos.
He venido invitado por el «fútbol base» y por «gráficas Barbastro». Y
me gustaría regalarles a estos/as muchachos/as un “decálogo del
deportista” confeccionado con retazos de los discursos que el Papa
Francisco les ha dirigido.
Coincide providencialmente con el mundial de futbol. Más allá de
los resultados que pueda obtener nuestra selección, me alegra dirigirme
a estos deportistas, a sus entrenadores,
equipos directivos y familiares con estas evocadoras palabras
del Papa Francisco:
CHICOS/AS:
1.- ¡El deporte
favorece la cultura del encuentro entre todos!
2.- Que vuestros
dirigentes y entrenadores os den, sobre todo a los más desfavorecidos,
una oportunidad para expresaros y ser vosotros mismos.
3.- ¡No os comáis
la pelota! Propiciad siempre el juego en equipo.
4.- ¡Que jueguen
todos! No sólo los mejores.
5.- ¡Sed campeones,
sobre todo, en la vida!
6.- El éxito
del equipo es la conjunción de una serie de virtudes humanas: lealtad,
amistad, solidaridad, diálogo, colaboración, entrega… valores espirituales
que se cristalizan en actitudes deportivas.
7.- ¡Haced
siempre una oración en silencio, todos! Pensad en el equipo, en vuestros
compañeros de juego, en vuestros entrenadores, en vuestras familias,
en los árbitros. Pedidle a la Virgen que bendiga a todos.
8.- Cuando se
suda la camiseta tratando de vivir como cristiano, experimentaréis
que nunca estáis solos. Que formáis parte de una gran familia.
9.- ¡Sean protagonistas!
¡Pateen siempre hacia delante! No se metan en la cola. Construyan
un mundo mejor.
10.- ¡Promuevan
el deporte auténtico! Compórtense siempre como si fueran «aficionados»
para evitar el peligro de la discriminación, para que desaparezca la
violencia en la cancha y se vuelvan a poblar las tribunas con vuestras familias.
La victoria
más hermosa, es la de superarse a sí mismos. Frente a la cultura del individualismo
y el descarte generacional, el deporte se convierte realmente en el
ámbito privilegiado donde las personas se encuentran sin distinción
de razas, sexo, religión o ideología; donde se puede experimentar la
alegría de competir por alcanzar una meta todos juntos; donde todos
formamos un equipo, en el que los éxitos se disfrutan y las derrotas se
superan con la ayuda de los demás.
El deporte,
es la escuela de la excelencia, de lo sublime, de lo bello, de lo más
noble… donde se interiorizan valores más humanos y divinos.
Con mi afecto
y mi bendición,
+ Ángel Pérez Pueyo
Obispos de Barbastro-Monzón
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