Estos son los signos
que acompañaran a los que crean: en mi Nombre expulsarán demonios, hablarán en
lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos, y aunque beban veneno no les
hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien (Mc 16, 18)
Hemos que pensar que el
hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, hecho un ser que se rige por
criterios de la razón, sello de la Razón del Creador, necesita para creer, que
lo que él lee o recibe es “razonable”.
Y este texto merece que
lo meditemos con más profundidad: Es cierto que existen sacerdotes dedicados a
los temas de exorcismo, con el don de Dios de expulsar demonios. Aunque en este
tema, como en todos los que se tocan asuntos escatológicos, las dudas de los
hombres puedan ser hasta razonables. Los demonios que en nombre de Dios podemos
expulsar son los propios demonios que llevamos dentro: la avaricia, la
soberbia, la lujuria, la ira, la envidia, la gula y la pereza: los siete
pecados capitales. Son los siete demonios que Jesucristo expulsó de María
Magdalena, los mismos que podemos tener nosotros.
Hablarán lenguas
nuevas: los entendidos en temas demoníacos cuentan que es un síntoma de
posesión diabólica el hablar idiomas, sin tan siquiera haber pasado antes por
los procedimientos culturales de estudio que son acostumbrados. Otros síntomas
es desafiar las leyes de la gravedad, andando por los techos o paredes…
¿A qué se refiere el
Señor? Yo creo que no hay nada diabólico en lo que Él nos dice. Cuando uno
inicia por su Gracia, un camino de fe, la vida le empieza a cambiar. La fe
viene por la predicación del Evangelio – dice san Pablo-; y es en esta escucha
atenta, cuando su vida comienza a cambiar. Su lenguaje ya no es el mismo, sus
vivencias tampoco…el interés que antes le suscitaban determinados temas, pasan
a segundo o tercer plano… o desaparecen…su relación con el dios dinero es
diferente, su lenguaje ha cambiado: “Habla una lengua nueva”. Es la experiencia
de los apóstoles en Pentecostés.
Entonces podrán agarrar
serpientes en sus manos; nuestra relación con los afectos que eran antes que
Dios, cambia. La serpiente personifica el poder de Satanás,-recordemos cómo
engañó a Adán y Eva en el Paraíso-, y ahora podemos relacionarnos con el dinero
de forma que ya no domina nuestra vida. Esta serpiente la podemos separar de
nuestra vida con nuestras propias manos…
¡Cuántos venenos
habremos tragado antes!¡Cuántos sinsabores y sufrimientos en la vida habremos
aguantado! ¡Cuánto nos habrán hecho sufrir! Y cuánto habremos hecho sufrir a
los demás…Este veneno ya no nos hace daño, porque aprendemos a confiar en el
Señor
¿Podéis beber el cáliz
que yo he de beber? Preguntó Jesús a los hijos de Zebedeo, cuando su madre
pidió un puesto para ellos en el Reino de Dios. ¡Sí podemos! Respondieron. Sin
saber en qué consistía “beber ese cáliz”.
“El cáliz lo beberéis,
pero el puesto a mi derecha e izquierda es para quien lo tiene reservado mi
Padre”, contestó Jesús. El cáliz de la Pasión que bebió Jesucristo sólo Él lo
podía beber…los Apóstoles lo bebieron más tarde con el martirio.
Pues este veneno que
nos ofrece la vida a cada paso, el de la incomprensión a causa del Evangelio,
el desprecio de los familiares y amigos que no nos comprenden…los sufrimientos
y persecuciones por seguir a Cristo, el ser relegado a un segundo tercer lugar
en el trabajo, porque “apestas” o “hueles a incienso”… Este veneno sufrido por
amor a Jesús lo podemos beber y ya no nos hace daño: “Bienaventurados vosotros
cuando os persigan, y calumnien y digan mentiras contra vosotros por causa del
evangelio: estad alegres, porque vuestra recompensa será grande en el Reino de
los Cielos…” (Mt 5)
Es más: al imponer las
manos, -epíclesis, que significa invocación al Espíritu Santo-, veremos la
expresión del enfermo: su cara se iluminará de paz.
Tomás Cremades
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