jueves, 5 de julio de 2018

Los signos de los creyentes




Estos son los signos que acompañaran a los que crean: en mi Nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos, y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien (Mc 16, 18)

Hemos que pensar que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, hecho un ser que se rige por criterios de la razón, sello de la Razón del Creador, necesita para creer, que lo que él lee o recibe es “razonable”. 

Y este texto merece que lo meditemos con más profundidad: Es cierto que existen sacerdotes dedicados a los temas de exorcismo, con el don de Dios de expulsar demonios. Aunque en este tema, como en todos los que se tocan asuntos escatológicos, las dudas de los hombres puedan ser hasta razonables. Los demonios que en nombre de Dios podemos expulsar son los propios demonios que llevamos dentro: la avaricia, la soberbia, la lujuria, la ira, la envidia, la gula y la pereza: los siete pecados capitales. Son los siete demonios que Jesucristo expulsó de María Magdalena, los mismos que podemos tener nosotros.

Hablarán lenguas nuevas: los entendidos en temas demoníacos cuentan que es un síntoma de posesión diabólica el hablar idiomas, sin tan siquiera haber pasado antes por los procedimientos culturales de estudio que son acostumbrados. Otros síntomas es desafiar las leyes de la gravedad, andando por los techos o paredes…

¿A qué se refiere el Señor? Yo creo que no hay nada diabólico en lo que Él nos dice. Cuando uno inicia por su Gracia, un camino de fe, la vida le empieza a cambiar. La fe viene por la predicación del Evangelio – dice san Pablo-; y es en esta escucha atenta, cuando su vida comienza a cambiar. Su lenguaje ya no es el mismo, sus vivencias tampoco…el interés que antes le suscitaban determinados temas, pasan a segundo o tercer plano… o desaparecen…su relación con el dios dinero es diferente, su lenguaje ha cambiado: “Habla una lengua nueva”. Es la experiencia de los apóstoles en Pentecostés.

Entonces podrán agarrar serpientes en sus manos; nuestra relación con los afectos que eran antes que Dios, cambia. La serpiente personifica el poder de Satanás,-recordemos cómo engañó a Adán y Eva en el Paraíso-, y ahora podemos relacionarnos con el dinero de forma que ya no domina nuestra vida. Esta serpiente la podemos separar de nuestra vida con nuestras propias manos…

¡Cuántos venenos habremos tragado antes!¡Cuántos sinsabores y sufrimientos en la vida habremos aguantado! ¡Cuánto nos habrán hecho sufrir! Y cuánto habremos hecho sufrir a los demás…Este veneno ya no nos hace daño, porque aprendemos a confiar en el Señor

¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Preguntó Jesús a los hijos de Zebedeo, cuando su madre pidió un puesto para ellos en el Reino de Dios. ¡Sí podemos! Respondieron. Sin saber en qué consistía “beber ese cáliz”.

“El cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha e izquierda es para quien lo tiene reservado mi Padre”, contestó Jesús. El cáliz de la Pasión que bebió Jesucristo sólo Él lo podía beber…los Apóstoles lo bebieron más tarde con el martirio.

Pues este veneno que nos ofrece la vida a cada paso, el de la incomprensión a causa del Evangelio, el desprecio de los familiares y amigos que no nos comprenden…los sufrimientos y persecuciones por seguir a Cristo, el ser relegado a un segundo tercer lugar en el trabajo, porque “apestas” o “hueles a incienso”… Este veneno sufrido por amor a Jesús lo podemos beber y ya no nos hace daño: “Bienaventurados vosotros cuando os persigan, y calumnien y digan mentiras contra vosotros por causa del evangelio: estad alegres, porque vuestra recompensa será grande en el Reino de los Cielos…” (Mt 5)

Es más: al imponer las manos, -epíclesis, que significa invocación al Espíritu Santo-, veremos la expresión del enfermo: su cara se iluminará de paz.

Tomás Cremades


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