Marcos describe
con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos
hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharlos con calma, pues han
vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su
experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de
Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se le adelanta
corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud
venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús?
Marcos describe
gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a
la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con
esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. «Al
desembarcar, Jesús vio un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran
como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas».
Lo primero que
destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque hayan interrumpido
sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su
corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los
campesinos de aquellas aldeas.
En la Iglesia
hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el
sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos. La
compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras
obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que
sufren.
Desde esa
mirada, Jesús descubre la necesidad más profunda de aquellas gentes: andan
«como ovejas sin pastor». La enseñanza que reciben de los letrados de la Ley no
les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de
ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.
Movido por su
compasión, Jesús «se pone a enseñarles muchas cosas». Con calma, sin prisas, se
dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios. No lo hace por
obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido
por la necesidad que tienen de un pastor.
No podemos
permanecer indiferentes ante tanta gente que, dentro de nuestras comunidades
cristianas, anda buscando un alimento más sólido que el que recibe. No hemos de
aceptar como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Hemos de
reaccionar de manera lúcida y responsable. No pocos cristianos buscan ser mejor
alimentados. Necesitan pastores que les transmitan el mensaje de Jesús.
Ed. Buenas
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