El corazón humano es un corazón de deseo,
que busca ser feliz a costa de lo que sea. El mismo Catecismo de
la Iglesia católica dice y reconoce magisterialmente que
la vocación de cada persona es la búsqueda incansable de la
felicidad. Ahora muchas veces me pregunto y ¿cuál es el estado
de la felicidad? ¿Cómo ser feliz con lo que está cayendo?
¿Existe alguien feliz de verdad? ¿Existe la felicidad? Para un
cristiano sabemos que la felicidad plena es el cielo y ¿aquí podemos ser felices?
Primero, estoy convencido de que no es
bueno obsesionarse con nada y menos aún con ser feliz a costa de lo que
sea. Pues la felicidad va unida a la plenitud del amor y de la vida y es como
la consecuencia de entregar la vida por amor. Se nos da, como dice Jesús
en el Evangelio “como añadidura” nunca puede ser el centro de nuestra
búsqueda porque estamos estropeándola felicidad en un refinado
bien estar egoísta que se acaba esfumando y que no dura porque la felicidad
plena aquí es inalcanzable, no es un fin en sí mismo, el fin es el amor,
el vivir entregándola vida por amor. El salir del egoísmo de uno mismo
para ir al encuentro del otro. Es curioso que las madres sean inmensamente
felices cuando solo se preocupan de amar y entregarse a sus hijos y viven
olvidadas de sí mismas. Son inmensamente felices amando aunque tengan
sufrimientos y dificultades.
Cuando terminan y se marchan los hijos de
casa, muchas sufren un vacío, un sin sentido, que vuelven a recuperar cuando
descubren que lo que nos hace inmensamente felices, de una manera
permanente y alcanzando la felicidad máxima que se puede alcanzar en
la tierra tiene mucho que ver con un amor entregado. Salir de nuestra egolatría
para pensar y amar a los que comparten nuestro camino, a los
que caminan a nuestro lado. No conozco ningún egoísta feliz.
No conozco ninguna persona que ame de verdad que no acabe encontrando
la realización plena en esta vida. No podemos vivir felizmente
sin amor. Es el amor de verdad que se olvida de sí el que nos ayuda a
ser felices a encontrar el gozo en los pequeños y grandes acontecimientos de
nuestra vida. Somos felices en la medida en que amamos y entregamos la
vida por amor.
Es verdad que quien no es feliz con lo que tiene
tampoco será feliz con lo que le falta pues cuando tenga lo que cree
que le faltaba para completar el cupo de su felicidad, descubrirá que
le afloran otras realidades, otros problemas y que ser feliz tiene
mucho que ver con aceptar lo que no podemos cambiar.
† Francisco Cerro Chaves,
Obispo de Coria-Cáceres
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