El Evangelio se realiza en la debilidad del rechazo
El Reino de Dios es obra de Dios y se realizará con
los medios propios de Dios, totalmente diferentes de los empleados por los
grupos y gobiernos humanos, que buscan conseguir sus objetivos con medios
eficaces, inmediatos y que reportan gloria, aunque tengan que pisotear la
libertad y dignidad de las personas para conseguirlo. Dios ha creado al hombre
a imagen y semejanza suya y actúa siempre respetando su dignidad y libertad.
Por ello actúa como “Dios oculto” que propone su plan salvador de forma
razonable a la libertad humana y se expone a su aceptación o rechazo.
El Evangelio recuerda el rechazo de Jesús por parte
de los suyos. Visita Nazaret. Sus paisanos son testigos de sus palabras y obras
admirables, que no pueden negar. Pero ¿cómo explicarlas? ¿Será que Jesús, su
paisano, miembro de una familia humilde,
es el Mesías enviado por Dios o será que está endemoniado como dicen los
escribas (cf. Mc 3,22)? El primer caso implica que Dios ha querido actuar en la
debilidad por medio de uno de sus paisanos, respetando así la libertad humana,
y no de forma triunfalista, violenta y aplastante como esperaba la opinión
popular, amante de lo espectacular. Rechazan esta explicación y creen que está
endemoniado. Jesús lo comenta como el
rechazo del profeta por parte de familiares y paisanos.
Es un problema que afecta a los creyentes en todos
los tiempos. Israel sufrió una grave crisis de fe cuando fue llevado al
destierro de Babilonia por un pueblo que adoraba a otros dioses. ¿Realmente
Yahvé es el Dios poderoso del mundo? ¿Cómo es que no actúa a favor de su pueblo
aplastando a los enemigos con legiones de ángeles? La respuesta por medio de
Isaías (cf. Is 45,15) es que actúa, pero
como “Dios oculto” que se esconde en las personas y sus palabras para
actuar. Así sigue actuando Jesús resucitado, como “Dios oculto” que se esconde
en la pobreza de la predicación del profeta y en la pobreza de la comunidad
eclesial y de sus celebraciones.
Las otras dos lecturas comentan esta realidad. La
primera recuerda la vocación del Ezequiel, enviado por Dios aunque no le hagan
caso, y la segunda la experiencia de Pablo de que Dios, ¡el protagonista!
actúa por medio de la debilidad de sus
enviados. El Evangelio se realiza en la debilidad, porque Dios es el
protagonista. Por ello las situaciones débiles no deben desanimar al creyente.
Es lo normal. Pero exige una fe cada vez más adulta.
Toda celebración de la Eucaristía es presencia del
Dios oculto que actúa eficazmente en la pobreza de la comunidad, de sus
ministros y de sus ritos.
Dr. Antonio Rodríguez
Carmona
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