Cuando escuchaba el Evangelio sobre el
paraíso, vi cantidad de serpientes al acecho del hombre para desobedecer las
leyes de Dios. Me vi a mi misma, a mis amigos y hermanos, atrapados por la
seducción de la serpiente, por cierto, imprescindible para otorgarnos la
libertad.
Y
el pueblo dice: ¿Una
manzana?… Bueno, no es para tanto, le das un mordisco y ¡hala! a por otra
prohibida, que no pasa nada, son actos habituales… Pero ¿y los que se comen el
árbol entero?... Bueno, el mundo cambia, así es la vida y cada uno hace lo que
quiere con ella”.
Pues
ni una mentira es una tontería, ni la vida nos pertenece sino el modo de
vivirla.
Si la gente sospechara donde va ese
“tonto mordisco”; si la gente supiera donde va “el árbol entero”… Suplicaría misericordia
en confesión, una y otra vez.
El cielo está al alcance pero no es
fácil y pocos llegan nada más dejar el mundo; los demás, habremos de sufrir la pena
hasta ganar el cielo; otros sin embargo…
Luchemos por ellos. Yo lo intento con los que tengo a mi lado
(bautizados), pero ¡no hay manera!, no creen en el Evangelio, ni siquiera en
los milagros...
Antes del Hijo, no teníamos Evangelio
para cada momento de nuestra vida -cuando solo había Mandamientos, no era
posible esta Gracia-, ahora sí y los apóstoles de Dios, los designados, nos
esperan en cada esquina para redimirnos en su Nombre.
Tienes
una vida para conseguir el Paraíso y ninguna otra para librarte del infierno…
¡Sálvate!
Emma Díez Lobo
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