sábado, 28 de julio de 2018

XVII Domingo del Tiempo Ordinario




Entender correctamente el signo del pan.
el banquete que dios nos prepara por Jesús.

        Jesús anunció la llegada del Reino de Dios con palabras y signos que explicaban su contenido. El signo del pan multiplicado es uno de ellos, además un signo anunciado en el Antiguo Testamento, por lo que tenía también capacidad para legitimar a Jesús como el Mesías que tenía que venir.

        La primera lectura recuerda la multiplicación de los panes realizada por el profeta Eliseo, que, junto con Elías, fue uno de los mayores profetas del pueblo israelita. Según una tradición vigente en tiempos de Jesús, el Mesías cuando venga realizará prodigios mayores que Elías y Eliseo. Además, en un texto de un discípulo de Isaías se anuncia el futuro Reino de Dios como un gran banquete: Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados (Is 25,6). En este contexto Jesús realizó este signo para presentarse como Mesías y para significar qué es el Reino cuya llegada anuncia. Juan tiene interés en presentar este hecho como signo o realidad que debe llevar a otra; por ello en el relato escribe que la gente seguía a Jesús viendo los signos que hacía y al final constata que la gente lo vivió como signo, aunque erró en su interpretación.

Sube al monte para realizarlo (véase el texto de Isaías: en este monte). Se trata de un signo que sólo él puede realizar; la pregunta a Felipe quiere hacer ver que no es humanamente posible. Jesús es el protagonista, los discípulos colaboran al final y cada uno de ellos recoge un cesto de pedazos (en griego, klasmata, que era la palabra empleada por la iglesia antigua para los trozos consagrados de la Eucaristía). Evidentemente aquel pan no era eucarístico, pero Juan vio en él un anuncio de la Eucaristía, de acuerdo con la explicación que dará Jesús en el resto del capítulo 6. Por ello ve en los cestos recogidos por los Apóstoles un signo del pan de Jesús que los Apóstoles y sus sucesores distribuirán en el futuro.

        El signo funcionó en cuanto que el pueblo descubrió su significado mesiánico: “La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo”. Pero no interpretaron correctamente el significado, lo hicieron de acuerdo con su modo de pensar, religioso-nacionalista, y no según los planes de Dios que quiere un Mesías profeta en la línea del Siervo de Yahvé: quieren hacerlo rey. Jesús se quita de en medio y más adelante en la sinagoga de Cafarnaúm les explica el verdadero sentido.

        El sentido natural del pan se entiende como elemento básico de la alimentación. La comida es una necesidad existencial. Un instinto hace que todos la busquen. Pero no basta con alimentarse, lo normal es comer junto a otros. Lo normal es comer en familia, en la comunidad, en el grupo de amigos, con lo que la comida deviene satisfacción de una necesidad existencial en contexto de amistad, familiaridad, comunión, alegría, unidad. En el banquete se multiplican estos valores. Con este sentido Is 25,6 presente el banquete como signo del futuro Reino de Dios: será el banquete, que sólo Dios, padre de familia, puede preparar a su familia, banquete que satisfará plenamente las necesidades individuales y sociales de los comensales en contexto de alegría. El Reino futuro de Dios es plena comunión del hombre con Dios y con los hermanos, comunión que lo realizará plenamente, pues el hombre ha sido creado para amar y vivir en comunión. En este contexto Jesús, durante su ministerio, comió con los pecadores (Lc 15,1), anunciando lo que era el Reino ya comenzado y representado por sus discípulos, todos ellos pecadores-perdonados. Y en este contexto instituyó la Eucaristía.

        La Eucaristía es adelanto del banquete futuro y alimento para llegar a él, en el que los Doce y sus sucesores reparten los “restos” del pan de Jesús. No es un lujo ni “premio” a los méritos de nadie, sino una necesidad existencial del discípulo. Es el alimento en que Cristo resucitado da fuerzas para vivir en el amor, en la unidad y comunión (segunda lectura), y en la alegría. Es el alimento que capacita para vivir comunitariamente en la Iglesia y para que ésta siga trabajando realizando en este mundo el signo de los panes, dando de comer a los necesitados y trabajando por un mundo más humano. Es el signo que legitima a la Iglesia como cristiana o mesiánica. Si los antiguos beneficiarios del signo de Jesús lo malentendieron a la luz de sus criterios humanos, hoy también existe este peligro.


Dr. D. Antonio Rodríguez Carmona




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