viernes, 8 de febrero de 2019

Rema mar adentro




Cuando terminó de enseñar a la gente le dijo a Simón. “Rema mar adentro y echad vuestras redes para la pesca”. A lo que Simón replicó: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada, pero por tu palabra echaré las redes”.

Podríamos simbolizar la tierra firme, para los cristianos, como aquellas cosas materiales que nos proporcionan una cierta defensa de lo mío y de los míos. Son una serie de avatares, ocupaciones, bienes, amigos, etc. a los que con suma frecuencia nos asimos como sinónimos de seguridad, protección, tranquilidad, estabilidad, etc. Todas estas, en sí mismas, no son malas y mucho menos pecaminosas, pero sí dejan ciertas adherencias en nuestro espíritu de tal forma que no permiten liberarnos adecuada y totalmente y no nos dejan volar a niveles superiores, nos subyugan, nos esclavizan y a su vez les entregamos todas nuestras fuerzas. Constituyen el grueso de la brega diaria de cualquier persona y por ende del cristiano. Son los quehaceres diarios, rutinarios la mayoría de las veces, que ocupan gran parte de nuestras vidas y que los sufrimos sin pena ni gloria.

En cambio el mar, podríamos utilizarlo como metáfora de aquella otra forma de vida más acorde y adecuada para una vida menos material y más espiritual. Sí a la brega diaria, pero levando anclas y desplegando velas, es decir, buscando lo liberalizador, lo trascendental lo que sosiega y da paz, esto es, lo espiritual.

Por ello el Maestro le dice a Simón que reme mar adentro. En realidad lo que le dice es que se aleje de lo terrenal y le dedique más tiempo a Dios. Que bregue por las cosas importantes y se vaya deshaciendo del lastre. No le pide que abandone su trabajo echad vuestras redes para la pesca, sino que lo haga de otro modo.

Simón se percata enseguida de la diferencia de la forma de trabajar y, a pesar de que está cansado de la brega de toda la noche, está presto y dispuesto a comenzar de nuevo con las recomendaciones que le ha dado el Maestro. Por ello le dice “…pero por tu palabra echaré las redes”. Ha encontrado el secreto para el bien bregar y este no es otro que hacerlo en nombre del Señor. Todo nuestro secreto para actuar correctamente en la vida es seguir haciendo las mismas cosas, pero en nombre del Señor. Nosotros ponemos de nuestra parte todo el interés en ese trajo rutinario, en las relaciones y convivencia con conocidos, amigos y familiares, la única diferencia es que todo ello lo ponemos en manos del Señor. Ese es el único secreto para obtener una pesca milagrosa: echar las redes, como Simón, por la palabra del Maestro.

Señor te ofrezco el trabajo diario, las relaciones con el prójimo, los sinsabores y las alegrías de cada día, también mi descanso y ocio, todo lo pongo en tus manos. Lo demás corre por tu cuenta, Tú sabrás si me conviene una pesca más o menos milagrosa. Tú sabrás cuántos peces podrá soportar mi pobre y desgastada barca.

Pedro José Martínez Caparrós

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