El reino de Dios
privilegia a los cristianos empobrecidos
Jesús vivió pobre, austero. Valoró los bienes, no
los despreció, pero como medios para
vivir y no como fin que determina la vida. Por eso en Nazaret vivió del trabajo
de sus manos y durante su ministerio de las limosnas y hospitalidad que le
ofrecían sus seguidores. Compartía la mesa con los que le invitaban a comer,
incluso había quien le tachaba de “comilón y borracho” (Lc 7,34), pero por otra
no tenía donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). En este contexto llama
bienaventurado a los pobres en cuanto
que viven en una situación que les facilita la entrada en el reino de Dios.
El evangelio de hoy se refiere a un caso concreto,
pero que siempre tiene actualidad: los discípulos perseguidos y empobrecidos
por su fidelidad al reino de Dios y, al contrario, declara en una situación
desastrosa a los que viven con abundancia de bienes y entre alabanzas. Se trata
de juicios existenciales. No es que las riquezas sean malas de forma que todos
los ricos se condenan sino de situaciones concretas en que los que tienen
bienes se dejan cegar y ensordecer por ellos y no acogen la palabra de Dios que
invita a la conversión. El evangelio es luz que ilumina todo tipo de injusticia y sal que purifica de ellas, por ello
normalmente todo discípulo que es fiel va a tener problemas y rechazos, en
cambio, vivir sin dificultades es señal de que su vida no ilumina ni purifica
nada por lo que no crea rechazos. Por ello bienaventurado el empobrecido, que
pasa hambre, que llora, que es perseguido, en cambio, ay de vosotros si os
alaban (evangelio). En este caso la pobreza no es el mal absoluto que hay que
evitar, solo es un mal relativo, que será ampliamente compensado con el reino
de Dios y, por otra parte, es signo de fidelidad a Jesús.
El mensaje tiene mucha actualidad porque también hoy
presentarse y actuar como cristiano puede implicar ser marginado en la vida
política y en otras facetas de la vida social. Es una faceta del “negarse a sí
mismo” del que sigue a Jesús, lo que implica que Jesús tiene que ser el primer
valor para ser seguidor.
La eucaristía es un momento privilegiado en que
renovamos y alimentamos nuestra opción existencial por Jesús y aceptamos todas
las consecuencias
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