sábado, 16 de febrero de 2019

VI Domingo del Tiempo Ordinario





El reino de Dios privilegia a los cristianos empobrecidos

Jesús vivió pobre, austero. Valoró los bienes, no los despreció, pero  como medios para vivir y no como fin que determina la vida. Por eso en Nazaret vivió del trabajo de sus manos y durante su ministerio de las limosnas y hospitalidad que le ofrecían sus seguidores. Compartía la mesa con los que le invitaban a comer, incluso había quien le tachaba de “comilón y borracho” (Lc 7,34), pero por otra no tenía donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). En este contexto llama bienaventurado a los pobres   en cuanto que viven en una situación que les facilita la entrada en el reino de Dios.

El evangelio de hoy se refiere a un caso concreto, pero que siempre tiene actualidad: los discípulos perseguidos y empobrecidos por su fidelidad al reino de Dios y, al contrario, declara en una situación desastrosa a los que viven con abundancia de bienes y entre alabanzas. Se trata de juicios existenciales. No es que las riquezas sean malas de forma que todos los ricos se condenan sino de situaciones concretas en que los que tienen bienes se dejan cegar y ensordecer por ellos y no acogen la palabra de Dios que invita a la conversión. El evangelio es luz que ilumina todo tipo de injusticia  y sal que purifica de ellas, por ello normalmente todo discípulo que es fiel va a tener problemas y rechazos, en cambio, vivir sin dificultades es señal de que su vida no ilumina ni purifica nada por lo que no crea rechazos. Por ello bienaventurado el empobrecido, que pasa hambre, que llora, que es perseguido, en cambio, ay de vosotros si os alaban (evangelio). En este caso la pobreza no es el mal absoluto que hay que evitar, solo es un mal relativo, que será ampliamente compensado con el reino de Dios y, por otra parte, es signo de fidelidad a Jesús.

El mensaje tiene mucha actualidad porque también hoy presentarse y actuar como cristiano puede implicar ser marginado en la vida política y en otras facetas de la vida social. Es una faceta del “negarse a sí mismo” del que sigue a Jesús, lo que implica que Jesús tiene que ser el primer valor para ser seguidor.
La eucaristía es un momento privilegiado en que renovamos y alimentamos nuestra opción existencial por Jesús y aceptamos todas las consecuencias

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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