miércoles, 27 de febrero de 2019

SILENCIO Y ORACIÓN



Algunos han entendido las palabras de Jesús; muy pocos han entendido su silencio. (Jean Lafrance)

Aprender a orar es aceptar la pobreza de callar y sentir el silencio. Es éste un silencio que, a la larga, resulta elocuente. (Jaume Boada)

Atender a ser sólo pura mirada es sencillamente: ser, unos ojos, un oído… Eso es el silencio. Ver una flor, mirar una flor y decir: “es flor”, me separa de la flor. El silencio es verla sin mencionarla. (José F. de Moratiel)

Calla ante los hombres, pero guarda tu corazón abierto para percibir por encima de sus palabras su angustia existencial. Tal vez te pidan pan, un servicio material, o no tengan necesidad de nada, pero si te hablan es que tienen hambre de tu sonrisa y de tu amistad, en definitiva, de Dios. (Jean Lafrance)

Cuando uno se sumerge en el silencio, comprende que no es para un rato. No se trata de hacer silencio, sino de serlo. No se trata de hacer el amor, sino de amar. (José F. de Moratiel)

De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado. (Evangelio de San Mateo)

El progreso en la oración es el de un continuo empobrecimiento. … (…) … en la oración todo termina por reducirse a una sola intuición o a algunas palabras repetidas indefinidamente. Por ejemplo, el puro sentimiento de la presencia de Dios te mantiene en silencio a lo largo de toda tu oración, o murmuras durante horas una sola invocación como la oración de Jesús. La experiencia de la oración se parece a la de la amistad. En los comienzos, sientes la necesidad de comunicar a tu amigo muchos pensamientos y sentimientos, y, poco a poco, las palabras disminuyen para mantenerte en un profundo silencio ante el otro. Lo mismo sucede en la oración: a medida que avanzas, el silencio va adquiriendo más tiempo e importancia que las palabras. Todo tiene lugar en un más allá de las palabras y te basta una breve palabra de la Escritura para alimentar toda tu oración. (Jean Lafrance)

El silencio necesita separarse para ser uno mismo. Es costoso porque no vamos a encontrar respaldos ni apoyos. Atreverse a ser uno mismo se paga caro y la travesía nos lleva a una soledad a la que no estamos acostumbrados. (José F. de Moratiel)

En la oración sucede como en el amor humano: al principio abundan las palabras, después se hacen más escasas, más verdaderas y más profundas, hasta el momento en que desaparecen en el silencio. (Jean Lafrance)

La lengua contamina todo el cuerpo. (Carta del Apóstol Santiago)

Ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. (Carta del Apóstol Santiago)

No es posible que esta altísima sabiduría y lenguaje de Dios, cual es la contemplación, se pueda recibir menos que en espíritu callado y desarrimado de sabores y noticias discursivas, porque así lo dice Isaías por estas palabras (28, 9) diciendo: ¿A quién se instruirá en el conocimiento?, ¿a quién se le hará entender lo que oye? Y él responde: A los destetados de la leche, esto es, de los jugos y gustos, y a los retirados de los pechos, esto es, de las noticias y aprehensiones particulares. (San Juan de la Cruz)

No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplido de la Ley, sino un juez. Uno solo es legislador y juez, el que puede salvar o perder. En cambio, tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?. (Carta del Apóstol Santiago)

No juréis ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no. (Carta del Apóstol Santiago)

Para orar sólo necesitas ofrecer tu pobreza, tu silencio, tu tiempo y tu deseo. Dios te concede gratuitamente, como un don de su amor, lo que te falta. (Jaume Boada)

Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar. (Carta del Apóstol Santiago)

Si alguno habla contigo de cualquier cosa, no discutas con él. Si lo que te dice está bien, di: “Bueno”, Si está mal, di: “Tú sabrás lo que dices”. Y no disputes con él de lo que ha hablado. Y así tu alma tendrá paz. (Padres del desierto)

Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. (Carta del Apóstol Santiago)

Si es cierto que Dios está en todas partes dando el ser a todos los seres, no es menos cierto que sólo accede a su Presencia Amorosa aquel que ha hecho de su propia interioridad un lugar de silencio, un espacio sagrado de soledad, donde ningún apego  -que no amor- a las criaturas, lo torna opaco y embotado para lo divino. (Antonio López Baeza)

Si quieres orar, empieza por estar atento a tus hermanos. Sé acogedor y silencioso ante ellos, escúchales en profundidad, discerniendo, más allá de sus palabras, el sufrimiento o la alegría que no llegan a expresar. Deja que todo esto penetre tu corazón, desaparece ante el otro; esto es perder la vida por los hermanos. (Jean Lafrance)

Todo hombre que se deleita en una multitud de palabras, aun cuando diga cosas admirables, está vacío por dentro. (Thomas Merton).

“Me he arrepentido muchas veces de haber hablado; jamás de haber callado». (Xenócrates)


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