Si
el mundo es ya tan bello, si se mira,
Señor
con la paz vuestra en nuestros ojos
¿qué
más nos podéis dar en otra vida?
Por
eso estoy celoso de los ojos,
por
el cuerpo y el rostro que me disteis
Señor
y el corazón que siempre late...
Y
por eso la muerte temo tanto.
Pues
¿con qué otros sentidos me haréis ver
este
azul que se cierne por encima
de
las montañas, y este mar inmenso.
y
este sol que por todas partes brilla?
Dadme
en estos sentidos paz eterna
y
no querré otro cielo que este azul
Al
que ha ningún momento dijo “¡Párate!”
sino
a aquel que la muerte le traía,
no
le entiendo, Señor; yo que querría
parar
tantos momentos cada día
y
eternizarlos en mi corazón...
¿O
es que este “eternizar” es ya la muerte?
Pera
entonces, la vida, ¿qué sería?
Solo
sombra del tiempo que transcurre
y
la ilusión del lejos y del cerca,
cuenta
de poco, mucho y demasiado
engañadora,
porque todo es todo?
¡Lo
mismo da! Este mundo, sea
cual
sea, tan diverso y extenso y temporal,
esta
tierra con todo lo que cría
es
mi patria, Señor; ¿ Y no podría
ser
también una patria celestial?
Hombre
soy y es humana mi medida
de
cuanto pueda y crea yo esperar:
si
mi fe y mi esperanza aquí se para,
¿me
acusaréis de ello más allá?
Más
allá veo el cielo y las estrellas
e
incluso allí querría yo ser hombre:
Si
hicisteis que las cosas sean tan bellas
a
mis ojos, e hicisteis para ellas
mis
ojos y sentidos corporales
¿por
qué cerrarlos dándome otra cómo?
¡Si
para mí como éste no hay ninguno!
Ya
sé que sois, Señor ¿más dónde estáis?
Cuanto
yo veo se os parece en mí...
Dejadme,
pues, creer que estáis aquí.
Y cuando
llegue la hora tan temida
en
que se cierren mis humanos ojos,
abridme
otras, Señor que sean más grandes
con
los que vuestra faz inmensa vea ¡
Y
un mayor nacimiento sea mi muerte!
Joan
Maragall
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