Indecisión,
poca generosidad, miedo al riesgo, desconfianza, no al compromiso definitivo…
Sería larga la lista que marca el clima dominante poco favorable, en medio del
cual se han de tomar decisiones. Por otra parte, existe la cultura vocacional
que oxigena el ambiente y favorece en cualquier lugar y circunstancia que la
llamada —ese sueño de Dios para cada uno— impregne el corazón y toda la vida
del que ha descubierto la palabra que Dios le ha dirigido y le pide respuesta.
Ya lo hemos dicho mucho y desde hace años, que la crisis vocacional no está en
la llamada sino en la falta de respuesta.
Qué hacer, pues, si tenemos detectado el problema y
más que conocidos los diagnósticos? El papa Francisco, dirigiéndose a los
jóvenes en el encuentro mundial en Panamá, dijo: «Con María, seguid diciendo sí
al sueño que Dios ha sembrado en vosotros». Son muchas las veces que he hablado
con los jóvenes del tema vocacional y puedo decir que siempre he constatado la
valoración positiva que hacen de los que dan una respuesta afirmativa a la
llamada de Dios, pero difícilmente lo aplican a sus aspiraciones y estilos de
vida. Es entonces cuando veo claro que el problema es de fondo y toca la raíz
de la experiencia cristiana.
Planteémonos
esto: ¿Cómo se escucha la llamada? ¿Cómo conocer el sueño de Dios para cada
uno? ¿Qué fortaleza personal, y qué virtudes humanas y cristianas son
necesarias? ¿Qué adultos están dispuestos a acompañar y discernir? ¿Qué
familias y comunidades parroquiales y educativas lo promocionan? ¿Qué
estructuras humanas, sociales, familiares y eclesiales deben facilitar a los
jóvenes el despertar vocacional y fortalecer su voluntad para decidir con total
libertad? ¿Qué clima favorable de comunidad cristiana se le ofrece al joven en
medio de un abanico tan amplio de opciones pastorales? ¿Ayudamos a hacer
verdaderos procesos de crecimiento cristiano hasta ayudar a tomar decisiones?
«La
vocación —dice el papa Francisco— es una invitación a no quedarnos en la orilla
con las redes en la mano, sino seguir a Jesús por el camino que ha pensado para
nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de quienes nos rodean». Me
quedó muy grabado lo que dijo un joven en un taller de un “Aplec de l’Esperit”:
«Veo que no debo preguntarme tanto lo que yo quiero ser en la vida, sino lo que
Dios quiere que yo sea». Quizás esta es la pregunta clave de un planteamiento
vocacional cristiano. Al mismo tiempo, llevémoslo a la oración, que es el
espacio más idóneo para escuchar y responder.
+
Sebastià Taltavull
Obispo
de Mallorca
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