Es muy significativo
que en la sagrada Escritura, cualquier sustantivo viene precedido de un
adjetivo calificativo. Meditando el Salmo 22/23 se nos dice:
“que se alcen
las antiguas compuertas”.
Es decir, las
compuertas antiguas que no dejaban pasar el Agua viva que es Jesucristo, le
sirven al salmista de exclamación para pedirle su venida.
Si Isaías
clamaba:
“… ¡Ay, si rompieras el
cielo y descendieses!... (Is 64, 1-3), es ahora el Salmo quien demanda esa
venida de Jesucristo. Y no solo las compuertas, sino hasta los portones:
“…Alzad los
dinteles, va a entrar el Rey de la Gloria…”
Si antes teníamos “la
puerta estrecha” que nos anunciaba Jesús, - “esforzaos en pasar por la
puerta estrecha…” (Mt 7,13)-, es ahora el momento de ampliar esta puerta, como
bien nos recordaba el santo Padre san Juan Pablo ll: ¡abrid las puertas a
Cristo!
Y es que Jesús es la
puerta que nos abre el camino al Padre. *“…Yo Soy la puerta, si alguno entra
por Mí, será salvo; entrará y saldrá y tendrá pastos abundantes…”*
(Jn 10,9).
Jesús pone un “si”
condicional: “…si alguno me ama…”; duda si existirá alguien que le ame;
que le ame como Él quiere:
“…Nadie tiene Amor más
grande que el que da la vida por sus amigos…”
Así ama Dios. (Jn 15,
12-17).
Sólo Jesucristo nos amó
así. Y dio su Vida por sus amigos y por sus enemigos.
(Tomás Cremades)
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