- ¡Qué asco de tío, ojalá se estampe!, dice
el hijo (H)
-
No digas eso que también es de Dios y si tú no perdonas, Él no lo hará contigo,
dice la madre (M)
- Venga ya mamá, que la religión en esto
no tiene nada que ver (H)
-
¿Ah no?, y ¿entonces para qué está? (M)
- Mamá ¿puedes ser normal y centrarte en
lo que digo sin sacar la religión a relucir? (H)
-
Ya me centro, ya… Solo que con esa actitud de rencor, no podrás tener paz y deja
a Dios que juzgue. Si rezaras un poco en serio, tendrías la ayuda que necesitas
(M)
- Esas son “tus cosas” y tu religión… (H)
-
¡Vaya por Dios!, yo tengo una religión y tú ninguna… Espero que llegue el día
en que te enteres de qué va la vida si
no quieres ser esclavo de los males que
tendrás que soportar. Dios vino para que no decayeras por causa de la injusticia
(M)
- ¡Ay mamá, de verdad…! No pienso como tú
(H)
-
Ya, pero es que tú ni si quiera piensas… ¿No ves al mal actuar? (M)
- No mamá, solo veo a un tío que me ha fastidiado la vida y punto
(H)
-
Ahí le tienes… Pero yo como Mateo (13,57):
“Un Profeta solo en su patria y en su casa, carece de prestigio”. Todo se cumple (M)
- Ya lo séeeeeeeeeee (H)
Menos mal que se acuerdan de algo… Pero ni
caso. Lo curioso es que después te piden que reces tú, que a ti Dios te hace
más caso ¡El colmo!
Emma Díez Lobo
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