Hay que sentirse
redimido para poder dar amor.
Hay que haber
experimentado tu paso limpio por nuestra debilidad
para poder explotar en
misericordia.
“Si no te lavo, no
tienes nada que ver conmigo”, dijiste a Pedro.
La razón de tu venida
es pasar por nosotros, derramando tu agua.
Tu agua, o Palabra que
limpia, que libera.
Damos amor porque lo
recibimos de Ti cuando nos habitas.
Cuando, arrodillados,
te pedimos que nos salves.
Cuando dentro de
nosotros te escuchamos trabajar para volver a nacer.
Solo después de que Tú
nos muestres nuestra miseria, estamos preparados para salir a las calles, y ver
en nuestros hermanos, la tristeza de esa carga.
La misma que un día fue
nuestra y de la que, sin nada a cambio fuimos y somos liberados por un Padre
que sólo aspira a habitar nuestro pobre cuerpo, a fundirse en nuestra alma a
ser sus portadores y a conquistar otras almas, que, lo mismo que
nosotros, necesitan redención.
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario