Primera lectura:
Jer 38,4-6.8-10: Me
has engendrado para pleitear para todo el país.
Salmo Responsorial:
Sal 39,2.3.4.18: Señor, date prisa en
socorrerme.
Segunda lectura:
Hebr 12,1-4:
Corramos con perseverancia en la carrera que nos toca.
Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
12,49-53: No he venido a traer paz sino división.
El
cristiano ha de ser constructor de la paz y esto implica luchar contra las
paces injustas y el ser perseguido
Jesús ha venido a traer la verdadera paz,
creando la verdadera armonía entre todas las personas. El hebreo chalom, paz, significa etimológicamente
armonía, orden, salud (pues hay salud cuando cada miembro del organismo actúa
armónicamente con relación con los demás). Un sentido secundario es tranquilidad, fruto de la armonía entre
todos los miembros.
Jesús, muriendo y resucitando, ha creado la
verdadera paz, pues ha establecido la debida armonía entre el hombre y todos
los seres: con Dios, pues nos ha hecho hijos; entre nosotros, pues nos ha hecho
hermanos: con las cosas, pues las ha ordenado al bien de los hombres como medios
para realizarnos. Por ello para el cristiano la paz no es una teoría ni un
libro, sino una persona: Él es nuestra
paz (Ef 2,14).
Por el bautismo nos unimos a Jesús y así
recibimos radicalmente el don de la paz, en él somos hijos de Dios y hermanos
entre nosotros, estamos radicalmente pacificados, con una vida con sentido.
Pero la paz traída por Jesús rompe la falsa
paz-tranquilidad existente en el mundo, fundada en el egoísmo y en el poder de
unos pocos, y que se traduce en opresión, hambre, miseria, dolor y muerte. Este
es el sentido de las palabras de Jesús: la verdadera paz que él trae rompe la
falsa paz-tranquilidad existente y, como consecuencia los que crean y se
benefician de este desorden se alzaron contra él y se alzarán contra sus
seguidores que continúan su obra.
La paz es un don de Dios que se nos da en
Cristo por medio del Espíritu, uno de cuyos frutos es la paz (Gal 5,22), pero
es también una tarea que hay que realizar. Por ello en las bienaventuranzas se
felicita a los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de
Dios (Mt 5,9). Hay que trabajar por la paz verdadera, luchando contra la falsa
paz-tranquilidad existente en el orden-desorden mundial tanto en el aspecto
político como en el económico: hambre en el mundo, explotación laboral, muerte
de inocentes… La consecuencia será la persecución, compartiendo la suerte de
Jesús. La primera lectura recuerda la persecución del profeta Jeremías por su
predicación de la verdadera paz en nombre de Dios, mensaje contrario a la
política oficial de los gobernantes y poderosos de su tiempo. El cristiano que
trabaja por la paz ha de ser consciente de su suerte y ha de estar preparado a
sufrir con paciencia: corramos en la
carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y
completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la
cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de
Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni
perdáis el ánimo (segunda lectura).
Trabajar por la paz implica tener una
postura activa en política, que no consiste en pertenecer a un partido
político, que también, sino en estar informado de todo lo que sucede, tomar
parte activa en la denuncia de toda injusticia y colaborar en la solución de
los desórdenes sociales por medios no violentos activos. Vivimos en tiempos de
descrédito de la política, sin embargo la democracia es lo mejor dentro de lo
peor, que sería una dictadura como alternativa. La persona que “no quiere saber
nada de política” es el mejor abono para que prospere la corrupción política,
pues con su pasividad está permitiendo que otros continúen con sus abusos.
En la celebración de la Eucaristía
compartimos la muerte de Jesús y nos alimentamos para seguir luchando y poder
compartir también su resurrección.
Dr. don Antonio Rodríguez Carmona
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