Primera lectura:
Is 66,18-21: De todos los países traerán a todos
vuestros hermanos.
Salmo Responsorial:
Sal 116,1.2: Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio.
Segunda lectura:
Heb 12,5-7.11-13: El Señor reprende a los que ama.
Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13,22-30: Esforzaos en entrar por la puerta
estrecha.
El seguimiento de Jesús
implica un firme compromiso y navegar contra corriente
Jesús continúa caminando hacia
Jerusalén por una senda estrecha que lo llevará a su glorificación e invita a
sus discípulos de todos los tiempos a seguirle con seriedad para poder
compartir su gloria, cuya puerta es estrecha.
En tiempos de Jesús, lo mismo que
ahora, no era infrecuente entre la gente piadosa preguntarse sobre el número de
los que se salvan. La experiencia dice que son muchos los que viven ajenos a
preocupaciones religiosas y que vivimos en un mundo donde reina la injusticia.
Jesús no responde directamente a esta curiosidad sino que exhorta seriamente a
la conversión, pues estamos en el plazo concedido gratuitamente para ello. Hay
que esforzarse seriamente por entrar
por la puerta que conduce a la salvación, pues es estrecha. Se habla de una
sola puerta (con artículo determinado, la
puerta) y ésta además es estrecha, lo que exige un esfuerzo y que se entra de
uno en uno, es decir, por una decisión personal. Además el entrar no depende
solo del hombre, sino también y especialmente del «amo de la casa», que a
la luz del contexto es el propio Jesús. El
amo la cerrará cuando lo determine libremente y ya no será posible la entrada.
Entonces, cuando ya haya terminado el plazo de conversión, no será posible la entrada y no valdrá apelar
a que fueron oyentes de Jesús y compartieron con él comida y bebida.
A nivel histórico la frase se
refiere a los contemporáneos de Jesús, pero Lucas piensa también en los
cristianos de todos los tiempos que asisten a la Eucaristía y no se convierten.
Jesús rechaza esta motivación, pues «No
sé quiénes sois […] No sé de dónde sois ».
Saber tiene un matiz volitivo,
conocer con amor. No basta haber tenido una relación material con Jesús, es
necesario que esa relación sea amistosa, entre personas que se aman mutuamente,
lo contrario es una profanación, que Jesús rechaza con palabras del Sal 6,9: «Alejaos de mí todos los que obráis la
iniquidad ».
A continuación cambia la escena y se describe
el banquete que tiene lugar en la sala de fiestas con Jesús y la situación
dolorosa de los que quedan fuera. En la mesa del reino de Dios estarán sentados
Abraham, Isaac y Jacob, los profetas y muchos gentiles de los cuatro puntos
cardinales, mientras que los que no se han convertido quedarán fuera con «llanto
y el rechinar de dientes». Como
consecuencia hay últimos, gentiles y pecadores que se han convertido, que serán
primeros, y primeros que serán últimos y quedarán fuera, contemporáneos de
Jesús y cristianos que no se convierten y no son reconocidos como tales por
Jesús. Es el cumplimiento de la promesa recordada en la primera lectura de
gentiles que vendrán de lejos a tomar parte del pueblo de Dios.
El seguimiento de Jesús es serio y
exige navegar contra corriente contra las tendencias de la mayoría, lo que
implica sufrimiento, paciencia y fortaleza. Es uno de los medios que emplea
Dios, nuestro padre, para educarnos como hijos suyos (segunda lectura). Las
dificultades hacen crecer la calidad de nuestra vida filial.
Esta invitación exigente a la
conversión contrasta con los textos sobre la misericordia divina. Ambas
afirmaciones son verdad y hay que mantenerlas en tensión permanente, evitando
tanto el «compadreo» con Dios como el temor terrorífico. Dios padre pide un
amor serio, que se traduce en convertirse y en tomar en serio las palabras de
Jesús.
En la celebración de la Eucaristía
compartimos un adelanto sacramental del banquete final junto con los patriarcas
y todos los elegidos. En él Jesús “predica en nuestras plazas y comemos y
bebemos con él”, pero es necesario que nos unamos a su camino estrecho que
lleva al Padre.
Dr. don Antonio Rodríguez Carmona
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