domingo, 24 de noviembre de 2019

Jesucristo Rey







La fiesta de hoy cuestiona las bases y la dirección que están tomando la globalización y universalización actual. El título habla de unidad y universalidad: Cristo «rey del universo». ¿De qué universo se trata?; ¿quiénes formarán parte de ese reino? Desde él y desde el evangelio tenemos razones para proponer hoy: «Otra globalización es posible…, otra globalización es necesaria».
Cristo se identifica con los colectivos de los más pequeños; a éstos, los que pasan a tu lado, los que viven en tu calle, los que gritan desde los márgenes, es a los que hay que mirar y lo que se haga o deje de hacer con ellos, aquí y hoy, es lo que decidirá la suerte final de los hombres. La salvación está en nuestras manos… y en los pobres. Estamos a tiempo; sabemos lo que hay que hacer.
La petición del buen ladrón era la oración más hermosa que encontrábamos en el evangelio: sin exigencias, sin urgencias, sin querer que suceda como nos parece mejor; sencillamente, «acuérdate de mí», tenme en tu presencia. Y en la respuesta que le da Jesús se ve su cariño bondadoso con los pobres hasta el final. Muere vinculándose con ellos: «Hoy estarás conmigo». Estar con Jesús es ponerlo en el centro de nuestra vida, en el centro real de nuestros deseos, decisiones y afectos. Eso es lo único que de verdad nos transforma. Porque está al lado. Jesús le «salva». Es esa cercanía amorosa la que nos da sentido. Tras épocas en que la imagen de Jesucristo Rey del Universo acercaba a la Iglesia a los poderosos de este mundo, las palabras y los gestos del papa Francisco nos han ayudado a restituir esta imagen a su justo lugar: «Los pobres, los mendigos, son los protagonistas de la historia… En mitad de un mundo que duerme agazapado entre pocas certezas, los humildes preparan la revolución de la bondad».




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