Primera
lectura:
Sab
11,22-12,2: Te compadeces, Señor, de todos, porque amas a todos los seres.
Salmo Responsorial:
Sal 144,1-2.8-9-10-11.13cd-14: Bendeciré tu nombre
por siempre, Dios mío, mi rey.
Segunda lectura:
2 Tes 1,11-2,2: Que Cristo sea glorificado en vosotros y vosotros en
él.
Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19,1-10:
El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
el gps del dios de la vida.
Cada vez es son más conocidos
los GPS (sistema de posicionamiento
global o en traducción libre española guía
por satélite), esos aparatos que ayudan a los conductores a llegar a un
destino predeterminado. Sobre la marcha va indicando las carreteras que hay que
tomar, lo repite varias veces para que el conductor no se distraiga; y caso de
que el conductor no tome la dirección indicada, el aparato no se enfada sino
que se reprograma y vuelve a indicar la dirección correcta desde el lugar
incorrecto para llegar a la meta; y si el conductor se equivoca mil veces,
otras tantas el GPS, sin enfadarse, vuelve a reprogramarse y continúa indicando
la dirección correcta hasta conseguir llegar a la meta programada, lo que a
veces se traduce en que, al final, la ruta recorrida sea más larga de lo
previsto y poco lógica. Pero la culpa no es el GPS sino del conductor. Buena
comparación para comprender el mensaje que nos dirige este domingo la palabra
de Dios. La primera lectura ofrece una reflexión importante sobre la postura de
Dios ante sus creaturas. Dios es el Dios de la vida y todo lo ha creado
libremente para compartir su vida. Todo lo que hace lo realiza buscando vida.
Si el hombre no responde adecuadamente, le exhorta, corrige y anima para
corregir la ruta y llegar a la meta desde el punto en que se encuentra. No se
cansa y hasta el final de cada existencia recuerda al hombre que todavía hay
ruta posible para llegar a la meta. ¡Hay tantos casos de vidas tortuosas que al
final han acogido la llamada de Dios! Todo esto se debe a que Dios es amor
todopoderoso. Porque es amor, lo suyo es darse con una entrega tan fuerte que
no hay impedimento que la pueda detener. Para Dios el pecado no tiene la última
palabra, sino su amor. Porque es amor todopoderoso, siempre perdona e invita a
llegar a él: te compadeces de todos,
porque todo lo puedes, cierras los ojos ante los pecados de los hombres para
que se conviertan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado... a todos perdonas,
Señor, amigo de la vida.
El evangelio completa esta
presentación: Jesús, el Hijo del Dios de la vida, ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Ejemplo concreto
es el caso de Zaqueo, a quien Jesús busca y ofrece la salvación. Este episodio
completa la enseñanza de Jesús sobre la riqueza presentado anteriormente por el evangelista, cuando
afirma, a propósito del llamado “joven rico”: Qué difícilmente entran en el reino de los Dios los que tiene riquezas,
pero lo que es imposible a los hombres es posible para Dios (Lc 24.27).
Porque es posible para Dios, Jesús busca y ofrece la salvación a Zaqueo. Pero
éste tiene que cooperar a esta oferta, y lo hace, primero, devolviendo cuatro
veces lo robado y, segundo, compartiendo la mitad de sus bienes legítimos. Es
una cooperación necesaria, ya que una acción no es pecado por un capricho
arbitrario de Dios sino porque produce un daño al prójimo y al interesado y el
Dios de la vida no puede quedar impasible ante esto; porque ama, exige que se
vuelva al camino de la vida, y esto se hace reparando los daños causados.
La Eucaristía es
celebración del amor del Dios de la vida. Para darnos vida ha querido
ofrecernos constantemente el medio que lo posibilita: unirnos al sacrificio de
Jesús y comer su Cuerpo y Sangre.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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