Yo no quiero morir:
porque la muerte
con mi vida acabará
mis dolores;
y
no quiero, Señor, que mis amores
no
tengan ya dolores que ofrecerte.
Yo no quiero morir:
porque este día
terminará esta lucha
en que ahora peno.
Y yo aspiro la
gloria de ser bueno
cuando puedo ser malo
todavía.
Quiero la vida, sí,
por emplearla
en lo único que puede
ennoblecerla,
por ponerla, Señor, a
tu servicio!,
Por el goce interior
de despreciarla!,
por la gloria sublime
de ofrecerla,
como
Tú la ofreciste ,en sacrificio!.
Te busqué entre
las cosas
como un soplo de
viento
entre las cañas
del trigal dorado.
Te busqué por los
cielos
como la luz que llena
los espacios.
Por el mar te busqué
como un murmullo
sin principio ni fin;
por el arcano
de
mi ser sin quietud, como el deseo
sin
nombre; por los altozanos
de mi pensar, como la
luz dorada
del
sol poniente; por el verbo vano
del
lenguaje sonoro, como un nombre
Tejido de campanas y
de salmos.
Y un día, cuando yo no te
buscaba,
en mi retorno desilusionado,
te cruzaste conmigo suavemente
y me diste la paz como un honrado
labrador, por la tarde, en la vereda,
con todo un sol maduro de crepúsculo
sobre la curva lenta de la mano.
en mi retorno desilusionado,
te cruzaste conmigo suavemente
y me diste la paz como un honrado
labrador, por la tarde, en la vereda,
con todo un sol maduro de crepúsculo
sobre la curva lenta de la mano.
José M. Pemán
Me es imposible comentarlo, porque es un soneto espiritual maravilloso que solo puedo sentirlo y guardarlo dentro del corazón.
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