El domingo 9 de febrero, Vº del denominado “Tiempo durante el año”, acoge la Jornada eclesial, de
ámbito español, de la dinámica organización “Manos
Unidas”, nacida en 1959 al calor del compromiso apostólico de las
Mujeres de Acción Católica y realizando su primera campaña al año siguiente.
Hoy tiene un bien ganado prestigio en el compromiso solidario, interpelando a
toda la sociedad con el fin de acabar o reducir, al menos, la pobreza allí
donde se manifieste. Esta realidad, incompatible con el nivel de desarrollo
alcanzado en la mayor parte de los países, constituye un desafío, por no decir
una lacra que debería avergonzarnos a todos los que podemos comer tres veces al
día e incluso seleccionar nuestros platos. Se asegura, por quien tiene motivos
para contrastar la veracidad del dato, que actualmente hay 821 millones de
personas que padecen hambre en mayor o menor grado y cuya pobreza sigue siendo
endémica, constituyendo un escándalo insoportable para quien tiene todavía
sentimientos de humanidad.
Por
eso, campañas como la de “Manos Unidas” siguen
siendo necesarias, lo mismo que el compromiso de todas las personas que
colaboran con estos fines y otros análogos. Por eso es importante comprender
que no estamos ante una simple acción solidaria con quienes padecen
determinadas carencias o viven bajo ciertos niveles de pobreza. Ningún
cristiano puede desentenderse de un problema como el de la alimentación “insuficiente” que se da también aquí,
en nuestra ciudad y Diócesis, aunque bajo otras manifestaciones análogas como
las dificultades para llegar a fin de mes, las bajas pensiones, la
soledad de los ancianos, etc. Me expreso así para que, entre nosotros, nadie
caiga en la tentación de pensar que el “hambre” afecta tan solo al llamado “tercer mundo” o este que es el único “problema” social. Basta tener un poco de sensibilidad social para
darse cuenta de esta realidad.
La institución benéfica española de “Manos Unidas” nació
como un compromiso de las entonces mujeres de la Acción Católica que,
movidas por su fe, quisieron dar testimonio luchando contra la lacra
insoportable del hambre consiguiendo también una dignidad de vida para las
personas necesitadas. Desde
el principio, esta obra social, movida ciertamente por la caridad cristiana, no
se ha contentado con realizar una acción meramente asistencial, sino que ha
procurado también un mayor compromiso personal y comunitario para reducir las
diferencias injustas y a veces escandalosas entre los pueblos y en la misma
sociedad.
Por eso “Manos
Unidas” ha trabajado siempre en favor de los “Derechos Humanos”. Para lograr este objetivo, el mejor camino consiste en una
verdadera promoción de las personas, de las familias y de los grupos sociales. Por
eso, las acciones que propone esta institución giran todas en torno al objetivo
de transformar situaciones injustas desde la perspectiva de los derechos
humanos. Esto solamente se logrará si todos, especialmente los cristianos desde
las propias posibilidades reales y movidos por la virtud de la caridad, nos
comprometemos en la escucha del clamor de los pobres y de cualquier persona
necesitada de ayuda, afecto o compañía y, por supuesto, en la acción concreta
para no quedarnos en planteamientos idealistas e ineficaces.
Cada
uno deberá realizar o poner en práctica aquello que le dicte su conciencia
rectamente interpelada, no contentandose con echar unas monedas en la colecta
dominical sino actuando en consecuencia.
Con mi cordial saludo y bendición:
+
Julián López,
Obispo
de León
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