PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del libro del Levítico 19,1-2. 17-18: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo
SALMO RESPONSORIAL:
Salmo 102,1-2, 3-4, 8 y 10, 12-13: El Señor es compasivo y
misericordioso
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 3,16-23: Todo
es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.
EVANGELIO:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5,38-48: Sed perfectos,
como vuestro Padre celestial es perfecto.
sed perfectos como el padre
celestial
La 1ª lectura manda ser santos como Dios
y como consecuencia se prohíbe odiar, vengarse y guardar rencor al hermano, el
Evangelio, por su parte, ser perfectos como el Padre y como consecuencia se da
un paso más ordenando amar incluso al enemigo. Dios es amor y santo y ambas
realidades son intercambiables, por eso el AT deduce una conclusión lógica: si
el israelita participa de la santidad de Dios, que es lo mismo que decir del
amor de Dios, tiene que amar a sus hermanos y amigos. Jesús deduce la última consecuencia,
hay que amar a todos, incluso a los enemigos.
En el Evangelio de hoy san Mateo emplea el término perfecto: sed
perfectos como el Padre. En nuestra cultura este término se refiere a una
realidad exactamente igual a otra, como la copia de un cuadro que se considera
perfecta si reproduce exactamente el original. Desde este punto de vista la
criatura limitada nunca será igual a Dios infinito. Pero san Mateo emplea
perfecto con el sentido que tiene en la cultura semita donde significa “ser lo
que se debe ser”, “actuar como se debe actuar” de acuerdo con la propia
naturaleza. Por eso como Dios es Padre y siempre actúa como padre con todos sus
hijos, aunque se porten mal, pues por eso no dejan de ser hijos (lo muestra al
llover y al hacer salir el sol), igualmente el discípulo, que ha recibido un
corazón de hermano, debe comportarse bien con todos sus hermanos, aunque se
porten mal. Por eso está obligado a amar a sus enemigos. (En el AT no se manda
nunca aborrecer al enemigo. Lo deja
libre, se puede amar o no. Aborrecer
es un semitismo que equivale a decir: No estás obligado.)
En
otro lugar del Evangelio se usa otra palabra como equivalente a perfecto, misericordioso (Lc 6,36), es decir, la naturaleza íntima de Dios
es ser amor misericordioso y siempre actúa como tal. Amor misericordioso es un
amor que se caracteriza por sintonizar
con la persona y actuar con ella de acuerdo con su necesidad objetiva. Dios
Padre nos conoce perfectamente, sintoniza plenamente con nuestra situación, y
siempre actúa con nosotros de acuerdo con nuestra necesidad. Pues si Dios es así, sus hijos tienen que
obrar así. En esto se conocerá que son sus hijos y “comparten la misma sangre”.
Jesús
nos da esta norma como criterio que debe mover al discípulo en el cumplimiento
de todas las leyes, cuya finalidad última es prestar un servicio de amor al
hermano en las diversas circunstancias de la vida. El salmo responsorial invita
a agradecer y a imitar a Dios que siempre actúa como padre, pues perdona, cura,
colma de gracia y de ternura, siente ternura por sus hijos...
En
la 2ª lectura san Pablo invita a ejercer una faceta concreta del amor al
hermano, que es el apostolado. Recuerda primero que se puede actuar de tres
maneras, construyendo con buenos materiales, como es invitando a compartir la
cruz de Jesús, construyendo con paja, como es presentar una vida cristiana sin
la cruz del Señor, y una tercera abominable que es destruir la comunidad. Todo
será sometido al juicio del Señor, que aprobará y premiará al primero,
declarará inútil el trabajo del segundo y condenará al tercero (la lectura
seleccionada solo recoge el último caso). Ante esta realidad el apóstol tiene
que proceder sabiamente, consciente que lo suyo es edificar la comunidad y
evitar servirse de ella como pedestal para su fama y provecho personal. El
apóstol es para la comunidad y no la comunidad para el apóstol. Esto vale hoy
día para todos los que están en el apostolado activo: sacerdotes, diáconos,
catequistas... Lo dice Pablo a propósito de las divisiones en la comunidad de
Corinto donde el culto a la personalidad de los diversos apóstoles que habían
trabajado entre ellos, los tenía divididos. Todo
es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios, este es el orden correcto.
En
la Eucaristía damos gracias por Cristo al amor misericordioso del Padre, que
nos conoce y ayuda, nos ha hecho miembros de su pueblo y nos dice cómo tenemos
que crecer como tales. Participar la Eucaristía es unirse al que vivió toda su
existencia al servicio del amor.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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