PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del Eclesiástico 15,16-21: No mandó pecar al
hombre
SALMO RESPONSORIAL:
Salmo 118, 1-2, 4-5, 17-18, 33-34: Dichosos los que caminan en la
voluntad del Señor
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 2,6-10:
Dios predestinó la sabiduría, antes de los siglos, para gloria nuestra.
EVANGELIO:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5,17-37: Se dijo a los
antigua... pero yo os digo.
la sabiduría cristiana y la
ley
En la segunda lectura san Pablo invita a
pensar, discernir y actuar con la sabiduría de Dios, no con la humana; el
Evangelio, por su parte, propone un ejemplo concreto de sabiduría divina, la
praxis de Jesús ante la ley, finalmente la primera lectura recuerda, como
complemento del Evangelio, que el hombre es libre y está llamado a cumplir
responsablemente las leyes.
Dios ha creado al hombre con la
capacidad de razonar. Como consecuencia a lo largo de la historia la humanidad
ha creado una sabiduría humana, fruto de muchos siglos de experiencia. Esta
sabiduría enseña una moral natural, con muchos contenidos positivos, con los
que muchas personas intentan iluminar su vida buscando conseguir una sociedad
justa. Pero esta sabiduría tiene sus limitaciones y, lo que es peor, sus
deformaciones, frutos del pecado original. En esta situación Dios ofrece otra
sabiduría, la suya, una sabiduría superior, que purifica y supera la humana. Es
una sabiduría que asume todo lo que tiene de positivo y lo integra en una
síntesis superior. Como dice Pablo: Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay
de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto
sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta (Flp 4,8). Es
una sabiduría no caprichosa, sino que responde a nuestra naturaleza de hijos de
Dios y que integra en sí todos los valores evangélicos. Jesús es la encarnación
concreta de esta sabiduría y por ello la imitación de Cristo es la norma del
cristiano.
Dios ofrece esta sabiduría a sus hijos
con el don de la fe, pero la va dando poco a poco, en la medida en que la
persona va cooperando con ella, llevándola a su vida. San Pablo llama
“espiritual” al que va cooperando y profundizando, y “carnal” al que no lo hace
y sigue pensando con criterios ajenos al Evangelio. Se profundiza en la medida
en que se vive. Esto implica una tarea constante de renovación y purificación
de la forma de pensar, como dice Pablo, No os acomodéis al mundo presente,
antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que
podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto (Rom 12,2). Esto hará entrar al cristiano en conflicto con
deformaciones éticas que desgraciadamente se dan en nuestros ambientes y se
propagan en los medios de comunicación social. Lo “políticamente correcto” no
siempre pertenece a la sabiduría divina. Esta debe ser la forma de pensar de
todo cristiano, pero desgraciadamente hay personas que se reconocen cristianas,
que tienen una forma de pensar y actuar pagana, no inspirada en el Evangelio
Un aspecto de la sabiduría divina es la
forma de afrontar las leyes. El Evangelio de hoy recuerda el modo concreto cómo
lo afrontó Jesús y cómo debemos hacerlo sus discípulos. Las normas son
necesarias para el desarrollo normal de una sociedad, pero existe el peligro de
olvidar que las leyes no son un fin en sí mismas, sino que están al servicio de
otra realidad mayor que se quiere conseguir y que las justifican. Jesús afirma
que él ha cumplido todas las leyes y que quiere ser modelo de cómo hay
que cumplir. Lo hizo en cuanto que en su cumplimiento buscó la finalidad para
la que se dio la ley, sin quedarse en la literalidad material. Ha cumplido todo
el AT en cuanto que era expresión de la voluntad de Dios y de sus promesas. Igualmente,
el discípulo tiene que cumplir “hasta una coma” de una norma en cuanto que es
expresión de la voluntad de Dios.
Los ejemplos que expone lo aclara: en el quinto precepto alguien podría
pensar que se trata de prohibir matar a una persona con un arma, quedándose en
el tenor de la letra, pero Jesús aclara que esto es lo mínimo y que se trata de
un respeto total a la vida propia y a la ajena, que se puede matar incluso con
una palabra, condenando así todo lo que sea atentado contra la vida propia y
ajena, como el aborto o la eutanasia. Igualmente, sobre el adulterio se podría
pensar que se prohíbe el hecho de mantener relaciones sexuales con una persona
casada, quedándose en la materialidad de la letra, pero Jesús afirma que se
adultera con el simple deseo, es decir, que se pide un respeto total a toda
persona en cuanto sexuada sin convertirla en objeto de deseo... Al final nos da
Jesús el criterio sabio que debe iluminar el obrar del discípulo: igual que el
Padre es perfecto, es decir, es padre y actúa siempre como padre
y por ello los ve a todos como hijos, dando sus dones a todos por igual, sin
distinguir entre los hijos que se portan bien y los que se portan mal, de forma
semejante nosotros hemos de ser perfectos, en cuanto que somos hermanos
y hemos de actuar siempre como tales con los hermanos, con los que se portan
bien y con los que se portan mal. Por eso es obligatorio amar a todos, incluso
a los que se portan mal con nosotros. La norma es comportarnos siempre
fraternalmente con todos. Esto es la sabiduría divina.
En
la Eucaristía celebramos la sabiduría del Padre, que nos entrega a Jesús como
hermano mayor y como modelo que hemos de seguir, y le pedimos la gracia de
crecer en la sabiduría divina y comportarnos en todo momento de acuerdo con
ella.
Dr. Antonio
Rodríguez Carmona
No hay comentarios:
Publicar un comentario