sábado, 15 de febrero de 2020

VI Domingo del Tiempo Ordinario





  
PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del Eclesiástico 15,16-21: No mandó pecar al hombre
SALMO RESPONSORIAL:
Salmo 118, 1-2, 4-5, 17-18, 33-34: Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 2,6-10: Dios predestinó la sabiduría, antes de los siglos, para gloria nuestra.
EVANGELIO:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5,17-37: Se dijo a los antigua... pero yo os digo.

la sabiduría cristiana y la ley

        En la segunda lectura san Pablo invita a pensar, discernir y actuar con la sabiduría de Dios, no con la humana; el Evangelio, por su parte, propone un ejemplo concreto de sabiduría divina, la praxis de Jesús ante la ley, finalmente la primera lectura recuerda, como complemento del Evangelio, que el hombre es libre y está llamado a cumplir responsablemente las leyes.

        Dios ha creado al hombre con la capacidad de razonar. Como consecuencia a lo largo de la historia la humanidad ha creado una sabiduría humana, fruto de muchos siglos de experiencia. Esta sabiduría enseña una moral natural, con muchos contenidos positivos, con los que muchas personas intentan iluminar su vida buscando conseguir una sociedad justa. Pero esta sabiduría tiene sus limitaciones y, lo que es peor, sus deformaciones, frutos del pecado original. En esta situación Dios ofrece otra sabiduría, la suya, una sabiduría superior, que purifica y supera la humana. Es una sabiduría que asume todo lo que tiene de positivo y lo integra en una síntesis superior. Como dice Pablo: Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta (Flp 4,8). Es una sabiduría no caprichosa, sino que responde a nuestra naturaleza de hijos de Dios y que integra en sí todos los valores evangélicos. Jesús es la encarnación concreta de esta sabiduría y por ello la imitación de Cristo es la norma del cristiano.

        Dios ofrece esta sabiduría a sus hijos con el don de la fe, pero la va dando poco a poco, en la medida en que la persona va cooperando con ella, llevándola a su vida. San Pablo llama “espiritual” al que va cooperando y profundizando, y “carnal” al que no lo hace y sigue pensando con criterios ajenos al Evangelio. Se profundiza en la medida en que se vive. Esto implica una tarea constante de renovación y purificación de la forma de pensar, como dice Pablo, No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto (Rom 12,2). Esto hará entrar al cristiano en conflicto con deformaciones éticas que desgraciadamente se dan en nuestros ambientes y se propagan en los medios de comunicación social. Lo “políticamente correcto” no siempre pertenece a la sabiduría divina. Esta debe ser la forma de pensar de todo cristiano, pero desgraciadamente hay personas que se reconocen cristianas, que tienen una forma de pensar y actuar pagana, no inspirada en el Evangelio

        Un aspecto de la sabiduría divina es la forma de afrontar las leyes. El Evangelio de hoy recuerda el modo concreto cómo lo afrontó Jesús y cómo debemos hacerlo sus discípulos. Las normas son necesarias para el desarrollo normal de una sociedad, pero existe el peligro de olvidar que las leyes no son un fin en sí mismas, sino que están al servicio de otra realidad mayor que se quiere conseguir y que las justifican. Jesús afirma que él ha cumplido todas las leyes y que quiere ser modelo de cómo hay que cumplir. Lo hizo en cuanto que en su cumplimiento buscó la finalidad para la que se dio la ley, sin quedarse en la literalidad material. Ha cumplido todo el AT en cuanto que era expresión de la voluntad de Dios y de sus promesas. Igualmente, el discípulo tiene que cumplir “hasta una coma” de una norma en cuanto que es expresión de la voluntad de Dios.

Los ejemplos que expone lo aclara: en el quinto precepto alguien podría pensar que se trata de prohibir matar a una persona con un arma, quedándose en el tenor de la letra, pero Jesús aclara que esto es lo mínimo y que se trata de un respeto total a la vida propia y a la ajena, que se puede matar incluso con una palabra, condenando así todo lo que sea atentado contra la vida propia y ajena, como el aborto o la eutanasia. Igualmente, sobre el adulterio se podría pensar que se prohíbe el hecho de mantener relaciones sexuales con una persona casada, quedándose en la materialidad de la letra, pero Jesús afirma que se adultera con el simple deseo, es decir, que se pide un respeto total a toda persona en cuanto sexuada sin convertirla en objeto de deseo... Al final nos da Jesús el criterio sabio que debe iluminar el obrar del discípulo: igual que el Padre es perfecto, es decir, es padre y actúa siempre como padre y por ello los ve a todos como hijos, dando sus dones a todos por igual, sin distinguir entre los hijos que se portan bien y los que se portan mal, de forma semejante nosotros hemos de ser perfectos, en cuanto que somos hermanos y hemos de actuar siempre como tales con los hermanos, con los que se portan bien y con los que se portan mal. Por eso es obligatorio amar a todos, incluso a los que se portan mal con nosotros. La norma es comportarnos siempre fraternalmente con todos. Esto es la sabiduría divina.

        En la Eucaristía celebramos la sabiduría del Padre, que nos entrega a Jesús como hermano mayor y como modelo que hemos de seguir, y le pedimos la gracia de crecer en la sabiduría divina y comportarnos en todo momento de acuerdo con ella.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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