lunes, 3 de febrero de 2020

Jornada Mundial de la Vida Consagrada.


    La Vida Consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente
El papa S. Juan Pablo II la instituyó en 1997 para que fuese celebrada en la fiesta de la presentación que María y José hicieron de Jesús en el templo «para ofrecerlo al Señor», como mandaba la ley a los cuarenta días de su nacimiento, (Lc 2,22). La Presentación de Jesús –fiesta que se conoce popularmente como la Candelaria– constituye un luminoso marco para encuadrar esta Jornada y poner de manifiesto el significado existencial de la vida consagrada en el mundo y en la Iglesia: «imitar más de cerca y a hacer presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús… abrazó y propuso a los discípulos que le seguían».
S. Juan Pablo II expuso como uno de los fines de esta Jornada, que el pueblo de Dios agradeciera el don de la vida consagrada a la Iglesia; agradecimiento a Dios por todas las personas que consagran sus vidas a servir a Dios en sus hermanos, a ser signos elocuentes de la presencia del amor de Dios a la humanidad, según un determinado carisma. Amor de obras y no simplemente de palabras. Una Jornada para promover el conocimiento y la estima de su presencia evangelizadora en la Iglesia universal y en las Iglesias locales; para dar a conocer la belleza de la diversidad de carismas con que el Espíritu adorna a su Iglesia.
Hace presente en nuestro tiempo, a través de la vida y misión de los religiosos, el amor de Dios a los hombres manifestado en Jesucristo. No se agota la posibilidad de imitar la riqueza de este amor de Dios: el amor de la entrega escondida en la oración y la alabanza de los monasterios monásticos, el afecto y la entrega de quienes acompañan a niños y jóvenes para hacer crecer en ellos la vida; el calor y la cercanía de quienes permanecen junto al hermano que sufre en el alma y en el cuerpo, el cariño de los que acogen a ancianos, inmigrantes y luchan por sus derechos; la acogida en el sacramento de la reconciliación, el testimonio gozoso de los que ya son ancianos o están enfermos,.., tanta vida entregada… presencia del amor de Dios.
Pero los religiosos y religiosas nos sentimos y somos débiles, no somos héroes; necesitamos la comprensión, la acogida y el apoyo de todo el pueblo de Dios, de cada comunidad cristiana. Por eso, en esta Jornada, la Vida Consagrada espera y agradece la oración de sus hermanos para que su fervor y su capacidad de amar aumenten continuamente, contribuyendo a difundir en la sociedad de hoy el buen perfume de Cristo (cf. 2 Cor 2,15). Y con la oración, el conocimiento y la estima de la vida consagrada como forma de vida que encarna la presencia del amor de Dios a los hombres, y manifiesta el rasgo profético que incluye su identidad. Unas veces con la «profecía de la palabra y las obras» y otras con la «profecía del silencio y la entrega callada».
Hoy tanto en la vida consagrada como en toda la Iglesia hay necesidad de nuevas vocaciones. Toda la comunidad cristiana tenemos que sentirnos comprometidos y responsables de apoyar a los jóvenes que disciernen posibles llamadas del Señor; en primer lugar, todos con la oración, «pedid al dueño de la mies;» las familias para acoger, con gratitud al Señor, la posible llamada a uno de sus hijos o hijas a la vida consagrada; los sacerdotes, religiosos y religiosas para que con el testimonio alegre y esperanzado de sus vidas sean la imagen visible de la llamada invisible del Señor.
Elías Royón

No hay comentarios:

Publicar un comentario