sábado, 29 de febrero de 2020

1º Domingo Cuaresma




Para comprender el sentido del pasaje proclamado, deberíamos hacer algunas puntualizaciones:

ü  La primera, a su vez importante para poder vivir intensamente todo este tiempo litúrgico, supone tener en cuenta que en Cuaresma no solo recordamos una sucesión de hechos, en este caso los que llevaron a Jesús a la Pascua. Al contrario, contemplamos ciertos acontecimientos de su vida en tanto que guardan íntima relación con nuestra propia vida de fe, nos detenemos sobre ellos para iluminar nuestro camino a la Pascua, de ahí la necesidad de subrayar que lo que hagamos como práctica cuaresmal solo tendrá sentido sí, cambiando la mirada, permite dejarnos transformar por el Señor.

ü  La segunda pretende ayudarnos con nuestra incapacidad para interpretar adecuadamente determinadas escenas. En efecto, atenernos a la literalidad del texto nos situaría en un mundo de ciencia-ficción, en un mundo de acontecimientos que nada tendrían que ver con nosotros. Precisamente lo contrario a la intencionalidad de los autores sagrados, quienes, usando símbolos y alegorías, quieren hablar no tanto de lo constatable que puedan resultar unos hechos, sino de la significación de estos, de lo que radicalmente puedan querer decirnos.

ü  En este sentido, la tercera puntualización: el pasaje de las tentaciones de Jesús es sin duda uno de los más elocuentes respecto a esto. Así, la triple prueba por la que pasa Jesús vendría a englobar toda su experiencia respecto a la fragilidad humana. No sería tanto la crónica de unos hechos, sino la presentación plástica de su ininterrumpida línea de conducta; a través del relato nos acercaríamos a esa realidad profunda que como hombre muchísimas veces, siempre experimentó. Frecuencia de la que hablan los ´cuarenta` días.

ü  En cuarto lugar: ¿qué son esas tentaciones en el desierto?, ¿qué el tentador? y, lo más importante, ¿qué relación guarda todo ello con nuestra vida? Jesús, tras ser bautizado, es llevado al desierto por el Espíritu, es decir, ni su filiación divina, ni su unción, lo privaran de vivir las ambigüedades de la historia. En el desierto, bíblicamente el ámbito de la prueba, pero también del encuentro con Dios, es dónde Él, como nosotros mismos, tendrá que librar la lucha propia a toda existencia. Haberse situado al margen no habría sido del Espíritu. Por lo tanto, frente al tentador, frente al diablo, las interpretaciones en la línea de las personificaciones deberían perder peso y ganarlo las de una lectura lúcida e inteligente. ¿Dónde, a través de qué, se hacen presentes hoy las tentaciones de Jesús en la vida humana y cristiana? Pues hecha la pregunta, la respuesta no se presta a confusiones. El diablo no es otro que el mal espíritu del dinero, el prestigio y el poder reinantes en nuestra sociedad. Reinantes e indiferentes frente a las desastrosas consecuencias que están provocando. Pero a diferencia de Israel –que sucumbe a sus tentaciones- Jesús las rechaza desde el valor y sentido que da a la Palabra de Dios, y desde su vivencia y actitud de Hijo que pone el Plan del Padre por encima de todo. Por supuesto que no desde la obediencia cerril que deshumaniza, sino desde la obediencia del amor que consiente al Otro por más grande y mejor.

Todo esto es lo que deberíamos tener en cuenta al momento de sentir las tentaciones de la vida. No organizar la existencia al margen de Dios, no manipular su accionar providente, no entregarnos al sin fin de ídolos que nos rodean… en definitiva, vivirnos como ´hijos`, colocando nuestra mirada en Él…

(Sergio López)

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