Para comprender el sentido
del pasaje proclamado, deberíamos hacer algunas puntualizaciones:
ü La
primera, a su vez importante para poder vivir intensamente todo este tiempo
litúrgico, supone tener en cuenta que en Cuaresma no solo recordamos una
sucesión de hechos, en este caso los que llevaron a Jesús a la Pascua. Al
contrario, contemplamos ciertos acontecimientos de su vida en tanto que guardan
íntima relación con nuestra propia vida de fe, nos detenemos sobre ellos para
iluminar nuestro camino a la Pascua, de ahí la necesidad de subrayar que lo que
hagamos como práctica cuaresmal solo tendrá sentido sí, cambiando la mirada,
permite dejarnos transformar por el Señor.
ü La
segunda pretende ayudarnos con nuestra incapacidad para interpretar
adecuadamente determinadas escenas. En efecto, atenernos a la literalidad del
texto nos situaría en un mundo de ciencia-ficción, en un mundo de
acontecimientos que nada tendrían que ver con nosotros. Precisamente lo
contrario a la intencionalidad de los autores sagrados, quienes, usando
símbolos y alegorías, quieren hablar no tanto de lo constatable que puedan resultar
unos hechos, sino de la significación de estos, de lo que radicalmente puedan
querer decirnos.
ü En
este sentido, la tercera puntualización: el pasaje de las tentaciones de Jesús
es sin duda uno de los más elocuentes respecto a esto. Así, la triple prueba
por la que pasa Jesús vendría a englobar toda su experiencia respecto a la
fragilidad humana. No sería tanto la crónica de unos hechos, sino la
presentación plástica de su ininterrumpida línea de conducta; a través del
relato nos acercaríamos a esa realidad profunda que como hombre muchísimas
veces, siempre experimentó. Frecuencia de la que hablan los ´cuarenta` días.
ü En
cuarto lugar: ¿qué son esas tentaciones en el desierto?, ¿qué el tentador? y,
lo más importante, ¿qué relación guarda todo ello con nuestra vida? Jesús, tras
ser bautizado, es llevado al desierto por el Espíritu, es decir, ni su
filiación divina, ni su unción, lo privaran de vivir las ambigüedades de la
historia. En el desierto, bíblicamente el ámbito de la prueba, pero también del
encuentro con Dios, es dónde Él, como nosotros mismos, tendrá que librar la
lucha propia a toda existencia. Haberse situado al margen no habría sido del
Espíritu. Por lo tanto, frente al tentador, frente al diablo, las
interpretaciones en la línea de las personificaciones deberían perder peso y
ganarlo las de una lectura lúcida e inteligente. ¿Dónde, a través de qué, se
hacen presentes hoy las tentaciones de Jesús en la vida humana y cristiana?
Pues hecha la pregunta, la respuesta no se presta a confusiones. El diablo no
es otro que el mal espíritu del dinero, el prestigio y el poder reinantes en
nuestra sociedad. Reinantes e indiferentes frente a las desastrosas
consecuencias que están provocando. Pero a diferencia de Israel –que sucumbe a
sus tentaciones- Jesús las rechaza desde el valor y sentido que da a la Palabra
de Dios, y desde su vivencia y actitud de Hijo que pone el Plan del Padre por
encima de todo. Por supuesto que no desde la obediencia cerril que deshumaniza,
sino desde la obediencia del amor que consiente al Otro por más grande y mejor.
Todo
esto es lo que deberíamos tener en cuenta al momento de sentir las tentaciones
de la vida. No organizar la existencia al margen de Dios, no manipular su
accionar providente, no entregarnos al sin fin de ídolos que nos rodean… en
definitiva, vivirnos como ´hijos`, colocando nuestra mirada en Él…
(Sergio
López)
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