Me espanta Tu Muerte, y no sé si pedir perdón por Crucificarte mil veces o darte las gracias por salvarme mil veces después de Crucificarte.
Te entiendo y no Te
entiendo, pues si la libertad es causa de Matarte ¿Por qué no fue mi libertad
la de evitarlo?
Tan malo es el hombre que asesina
sin motivo... Y a Ti, por decir que tu Reino no era de este mundo, una Verdad que
a nadie dañaba, pero insoportable para Israel.
¡Oh! Miedo de Sumos
sacerdotes a perder la autoridad. Fueron los primeros culpables del más infame
asesinato, y lo más grave, ocultar la Resurrección... Por justicia de Dios, ya
juzgados.
Se rasgó el velo del templo,
vinieron tinieblas, la tierra tembló y los muertos salieron de sus tumbas... ¡Con
lo grande que hubiera sido escuchar al Hijo de Yahvé y salvar sus almas!
Aquélla
tarde, yo también me fui del Gólgota mirando al Crucificado como uno de tantos sin
saber, por causa de las mentiras, que volvería a estar con nosotros al tercer
día.
¡No más mentiras! Ya me convirtieron
aquellos que dejó Dios para que recorrieran el mundo en Su Nombre. Ni los
circos romanos, ni las crucifixiones, ni las guerras, ni los mártires,
impidieron que llegara a mí su Palabra.
Dejé las catacumbas hace más
de mil seiscientos años, y hoy por mil canales pretenden que Le olvide. Los
“césares y escribas” han vuelto, pero ya
no me engañan, ya no me espanto, los conozco
bien...
Emma
Díez Lobo
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