Las profecías anunciadas a lo largo del A. Testamento alcanzan, como sabemos, su pleno cumplimiento en Jesucristo. Nos preguntamos entonces que, si todas las profecías alcanzaron su culmen en Jesús, como es que los judíos, después de la multiplicación de los panes, lo aclamaron como al gran profeta que esperaban: "...Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo" (Jn 6,14). Quizás se referían al profeta que llevaría a cumplimiento la nueva creación anunciada por Isaías, los nuevos cielos y la nueva tierra, imagen del Reino de Dios (Is 65,17).
Hoy es lunes de Pascua; aún resuenan en nuestras entrañas los ecos de la gloriosa celebración de la Resurrección de Jesús. Creo que es su Resurrección, su victoria sobre la muerte, lo que otorga a Jesús el título del Profeta por Antonomasia. Sí, porque su Resurrección, su victoria sobre la muerte es en sí el Glorioso Anuncio Profético de nuestra propia Resurrección, nuestra Vida Eterna gracias a Él.
Recordemos, a este respecto, lo que le dijo Jesús al Padre antes de encaminarse a su Pasión: "... ¡Padre, deseo que los que tú me has dado -los discípulos de todos los tiempos- donde yo esté, estén conmigo...! (Jn 17,24…) … Y sabemos que Jesús dijo anteriormente que vino del Padre y que volvía al Padre... (Jn 16,28).
P. Antonio Pavía
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