Al llamar Jesús a
sus primeros discípulos les dijo: " Venid conmigo y os haré llegar a ser
pescadores de hombres" (Mc 1,17). Sin embargo, tras la muerte de Jesús y
su posterior resurrección, estos conscientes de que no habían estado a la
altura, creyeron que ya no contaría con ellos. Es significativo que decidieran
volver a su trabajo de siempre, la pesca, como leemos en (Jn 21,1...). Salen
pues a la mar, no pescan nada y "alguien" repite con ellos la pesca
milagrosa. Fue entonces cuando Juan gritó: ¡Es el Señor! Al oír este gozoso
anuncio, Pedro se desentendió de la barca y los peces y fue al encuentro de
Jesús.
Estaba muy herido
por sus negaciones, por su impotencia para serle fiel. Posiblemente recordó
esto que había dicho Jesús: "Venid a mí los que estáis hundidos y
angustiados..." (Mt 11, 28.). Creyó en sus palabras y se lanzó al mar hacia
Jesús; bien sabía que solo Él podría restaurar su dignidad pérdida.
Visualizamos a
ambos. Jesús que le pregunta tres veces: ¿Me amas? Sí, le responde Pedro, a lo
que Jesús le dice: Apacienta mis ovejas. He dado mi vida por ti. Pedro recibió
de Jesús la Sabiduría y la Fuerza para dar su vida por ellas como Buen Pastor.
Atención: Todos somos Pedro; quizás nos falte amor para saltar como el al
encuentro de Jesús.
P. Antonio Pavía
https://comunidadmariama.blogspot.com/
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