Hoy se me saltaron las lágrimas de alegría escuchando a Dios. Me hacía saber que no tenía que hacer cosas especiales para un día decirLe: “Yo lo hice pensando en estar junto a Ti”.
Gran error creer que yo me salvaba
por mi misma ¡Pretensión la mía!, pues ¿quién era yo?
Pues nadie, como si la
salvación dependiera de mí. Me dijo que solo tenía que hacer una cosa “colgarme
de Él” y dejarLe hacer. Me recordó aquella Parábola de los leprosos que se
encuentra en el camino y los envió al templo para su curación milagrosa; solo uno que no era judío volvió y Le alabó reconociendo su gloria. Los
demás se curaron, pero ¿se salvaron?
La autosuficiencia de pensar
que nuestros grandes méritos nos
salvan, no es de Dios, es de nosotros. Somos
simplemente un instrumento de sus manos ¿Queremos ser parte de su “caja de
herramientas”? Pues yo sí, aunque tengo que aprender a utilizarlas mejor, la verdad.
Y me fui tan contenta,
relajada por primera vez dando gracias por reconocerLe en mí y agradecer por
ello como el extranjero de la parábola.
Sostengámonos en Dios y confiemos.
Eso sí, como te desenganches de su túnica y te creas genial autor de “tus
bondades” para ser premiado, estás
perdido.
- “Señor, Señor ¿No profeticé en tu
nombre y…?” (Mt 7:22.23) ¡Pues
hala fuera por fariseo, no os conozco!!!
¿Ves? Es lo que pasa si nos
falta humildad.
Emma
Diez Lobo
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